Picota de Presencio

Picota de Presencio

viernes, 7 de enero de 2011

“Los males previstos resultan menores”

En nuestro idioma existen dos prefijos que empleamos hartamente en nuestro cotidiano conversar: pre y des. El primero anticipa, da prioridad. Con la aplicación del segundo buscamos negar, privar o incluso exceder.
Me siento a recapacitar sobre lo ocurrido a lo largo y ancho de estas últimas veinticuatro horas con el ya famoso cierre de nuestro espacio aéreo (que según algunos no es de nadie, sino del viento) y no logro entender cómo nuestros insignes mandatarios lo han conseguido pues, a tenor de lo que dicen algunos expertos sobre lo casi imposible de poner puertas al campo, imagino lo casi improbable que será ponérselas al aire para poderlas cerrar como le convenga a los que, según los turnos políticos y técnicos, estén al mando de la cosa. Se me antoja como un cierre de lo etéreo, de lo que no tiene consistencia material.
Sean como sean las imaginarias (hoy se las cataloga como virtuales) puertas de allí arriba, lo cierto es que las reales de aquí abajo fueron cerradas, y no de forma virtual precisamente, por mandato de esa clase ociosa –que según Veblen- son los políticos en general y, añado yo, los nuestros en particular, enchiquerando al ganado vacacional que con rumbos y destinos trazados se encontraban arremolinados entorno a las puertas que les darían paso al disfrute de su controlada libertad. Los dejaron desnortados, de golpe. Sin aviso previo. Seiscientas mil cabezas, dicen, quedaron girando sobre sí en los patios de chiqueros. Unos y otros hicieron una precisa lidia colectiva y virtual, a la portuguesa, sin sangre y muerte. Y entre los atónitos espectadores, varios millones de congéneres, de esta ancestral fiesta, división de opiniones: pitos y palmas para la terna y sus peones. España en estado puro.
Sentado en mi personal tendido he contemplado con estupor el fantástico y fantasmagórico espectáculo, sobrecogido por la intensidad de las sucesivas escenas que, sobre el guión previsto, los codirectores iban desparramando a troche y moche en nuestras pantallas según los distintos tercios se consumaban.
Me pregunto si con anterioridad al espectáculo ofrecido, esta pandilla o cuadrilla de administradores de vidas y haciendas ha pensado sobre algo distinto de cuál sería la recaudación a repartir entre ellos: tanto para los maestros, tanto para el peón de confianza y los peones, tanto para los ganaderos, tanto para los apoderados y los monos sabios, que como están en la nómina de la plaza, que se aguanten.
Cabe mayor desvergüenza, despropósito, desvarío,….que el de éstos individuos, que sin preparación alguna saltan al ruedo ibérico con la intención calculada de dar una fiesta para su divertimento y exaltación abusando de su posición sin prever, prevenir, presentir, precaver ni auspiciar cuáles serían las consecuencias de las decisiones tomadas con la rapidez y la improvisación alimentadas por esa melopea provocada por los vapores aspirados y exhalados en el poder.
Cuanta desconfianza propiciáis entre los siempre confiados compatriotas, qué descrédito alimentáis y cuanto desprecio merece vuestra vacua prepotencia. Por favor, no entendamos el progresismo como una derivación del absolutismo. Estamos ya muy dentro del s.XXI como para aguantar fiestas y representaciones con tramoya de trasnochado maquiavelismo.
Empecé éstas líneas con una cita de Séneca. Las cierro con otra de Baltasar Gracián:

“Para el hombre prudente es más fácil prevenir que remediar”
Miklos

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