Picota de Presencio

Picota de Presencio

lunes, 22 de noviembre de 2010

Soylent green

Allá por los años setenta de la pasada centuria, se estrenaba ésta película de ciencia ficción-thiller (cine de anticipación, diría yo), con el título de “Cuando el destino nos alcance”. Situaba la acción en 2022, doce más a partir de hoy, lejana fecha especulábamos entonces, muy próxima la sentimos ahora.

Richard Fleischer, director del film, creó un ambiente agobiante y desolador: Nueva York con cuarenta millones de habitantes, la mayoría de ellos sin viviendas medianamente habitables, hacinados en escaleras, patios y terrazas, envueltos por una irrespirable atmósfera producto del calentamiento del planeta, sin la libertad de movimientos que permitiese desplazamientos fuera de su entorno multitudinario. En definitiva, plasma en la cinta, a través del relato, el crudo retrato de la espantosa profecía malthusiana. Las granjas de productos naturales eran vigiladas, por su peculiar valor estratégico, como si de centrales nucleares o de importantes bancos se trataran. Sus producciones eran destinadas al consumo de las clases privilegiadas, que las había, mientras que el común de los ciudadanos se alimentaba de productos prácticamente sintéticos. Comer un filete de carne o una simple lechuga era impensable. Describe un mundo sin moral aparente, que por ende pone al descubierto el fracaso del estado del bienestar.

Charlton Heston ( en el papel del policía Robert Thorn) y Edward G. Robison (Sol Roth, el viejo y amigo de Thorn, que vive en el recuerdo de lo que fue y ya no es), ambos compañeros de habitación, son el contrapunto, el lado bueno de una sociedad sumida en la desolación. La muerte voluntaria está primada: el que quiera no tiene más que presentarse en el lugar habilitado para facilitársela: El Hogar. Te proporcionarán una dulce muerte y dejarás de comer las galletas Soylent Green para siempre. Menos el bienestar, todo estaba previsto en ese estado todo poderoso y opresor.

Soylent Green, nombre comercial de las galletas que eran fabricadas con harina humana. La masa de cadáveres era procesada para el mejor alimento del pueblo. Es el descubrimiento de este hecho por el policía bueno lo que incita al viejo evocador, en su horror, a visitar El Hogar, en donde es recibido con el mismo cinismo y protocolo que reciben las funerarias de hoy y, en una escena sublime, pide morir con el concedido deseo de ver el mar proyectado en una pantalla, tomar una lechuga servida como la serviría el mejor restaurante de su época (según creo recordar), oyendo con un sonido envidiable la Patética de Tchaikovsky y la Pastoral de Beethoven. Perfecta envoltura para la eutanasia.
Estamos en el 2010, acercándonos al 2022, y algunos de los planteamientos de “Cuando el destino nos alcance” se van manifestando en nuestra sociedad. Hoy la llamamos Muerte Digna, aunque las galletas que nos gustan son en parte de harina vegetal (eso espero al menos). ¿Llegaremos al 2022 con la misma nomenclatura?

Recomiendo que veáis la película Soylent Green, y si ya la habíais visto que la revisioneis. Por mi parte, otro día volveré sobre el estado del bienestar.
Miklos

jueves, 18 de noviembre de 2010

LOS APELLIDOS

La obsesiva vocación de nuestros "PADRES DE LA PATRIA", (expresión ya en desuso, ahora padres, madres y café con leche), por inventar "pavadas" no tiene límites, se ha transformado en monomanía persecutoria.
Conozco unas cuantas familias que ya están encantadas del suceso, que alegría poder tener un motivo más de enfrentamiento en el seno de la casa, qué ilusión aumentar el patrimonio de la discordia, qué satisfacción para los demás, no poder decir ya, vamos a casa de "los Martínez", o de "los Gutiérrez".
Señores, eso se acabó.
A partir de ahora, y quizás por motivos de ¿creación de empleos?, se podrá alterar el orden de los apellidos, eso era precisamente la razón por la cual España va "regular", por fin hemos encontrado la piedra filosofal, y eso que a nosotros nos dijeron que el orden de los factores no alteraba el producto, qué tontería, qué incultos aquellos que preconizaban tales principios.
Sin embargo,(esto también ya casi en desuso, pocos pueden disfrutar de poseer esta expresión), esta situación me hace recordar una historia "virìdica", que de alguna forma encaja en este proceso.
Conocí hace tiempo a una joven sueca, rubia ella y de buen ver, que solía venir todos los veranos a Marbella,confesaba estar enamorada de esta tierra y de los entonces "machos ibèricos",(ahora hay más ibéricos y menos machos), pasaba los meses de julio y agosto, se iba a su país y volvía indefectiblemente al año siguiente, así durante cantidad de tiempo, le perdí la pista durante un largo período, hasta que 15 ó 20
años después, la encontré no ya de tan buen ver, pero eso sí, rodeada de por lo menos 10 niños, me sorprendí mucho, y le pregunté quienes eran aquellos crios, más me sorprendí cuando me contestó con toda naturalidad que eran sus hijos.
Me quedé sin palabras, y cuando reaccioné, por decir algo le comenté tontamente, te harás un lío con los nombres, ella me respondió, en absoluto, todos se llaman Antonio, así cuando se levantan digo "Antonio a lavarse ", y todos obedecen, "Antonio a comer" y todos acuden, es muy cómodo.
Más perplejo aún, y en un acto reflejo de picardía, le pregunté ¿Y cómo haces para llamar a uno determinado?, a lo que me contestó con una sonrisa, muy fácil, lo llamo por su APELLIDO.
Sacando conclusiones de la "anécdota", sería pues conveniente en lo sucesivo, tomar ejemplo e invertir los términos, es decir como ella, poner el mismo nombre a toda la descendencia hembras y varones ya todo da igual, y de esa forma volveremos a poder decir, vamos a casa de "los Manolos", "los Juanes" o con "las Marías", los apellidos no importarán todos en la familia serán diferentes.

El Bardo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

EL SETENTÓN FALTÓ A LA CITA

Todas las parejas de la pandilla estaban atentas a la llegada del nuevo setentón, todas las mujeres pendientes de la comparación hiriente, del, en apariencia más joven, pelo negro y además abundante, tez morena y nada de arrugas en su cara, todo hacía presagiar censura desfavorable para el resto de los "niños", pero hete aquí que el setentón no llegó, qué alegría, qué ilusión, pensamos todos en nuestro interior, sin embargo exteriorizamos amargura y pesar, faltaba él.

Hubo quienes pensaban que su aspecto se debía a la menor cantidad de años acumulados, pero tanto el Calvo como el Bardo, en un ejercicio de "sincero" afecto, y por no dejar semejante error flotando en el ambiente, tuvieron a bien aclarar, que ni era tan joven, ni el pelo era suyo, ni el color era natural y lo de la tersa piel se debía, hicimos votos, se recomponía con los botos.
Cuando todo esto se aclaraba, para desengaño sobre todo de ellas, el gran alcalde, ya va siendo hora de subir su nombramiento, tomando la palabra leyó su penúltimo poema, con olor a jazmines de Kenia, improvisó un alegato de bienvenida a las compañeras sufridoras de todos los presentes, meloso y harto cariñoso, como se desprende siempre de su acusada personalidad, lástima que la suya propia no pudiese haber disfrutado de momento, ausente por causa de fuerza mayor, y lo mas sentido, sendos mensajes de Ramis y ¿quién más?, el SETENTON. Cariñoso poético y ocurrente como es siempre él.
La reunión fue encantadora como siempre, pero con mucho más glamour y frescura gracias a la inestimable compañía de nuestras queridas mujeres.

El Bardo