Picota de Presencio

Picota de Presencio

martes, 23 de abril de 2013

DE LA INCIPIENTE JUVENTUD A LA ACUSADA MADUREZ.


Si la juventud es sinónimo de agilidad, energía y futuro;  la acusada madurez lo es de experiencia, raciocinio y memoria.
Las cualidades  inherentes a la juventud conllevan, expectativas, ilusión y aventura.
Las de la acusada madurez, tienen un solo lujo, la lentitud; una aristocracia, la holganza; y un tesoro, la memoria.
La juventud acaricia la idea de que la vida es como un río que nace pequeño, discurre entre riscos con susurros algodonosos  discontinuos y caprichosos, dejando como fondo las piedras de las angustias sin cubrir, hasta que ese arroyo displicente, se une a otros veneros formando las grandes masas de agua, que como torrentes, se precipitan en el mar creyendo de esa forma ver el inicio de un océano.
La acusada madurez, hace que sus recuerdos, sitiados en su reducto que iban a rendirse,  salgan libres a la luz del día, para que otros administren esa su experiencia.   
Pero ese río comparable a la vida, en su caso no va al mar, discurre tranquilo, sin ruido ni interrupción,- como las fuentes naturales que sueltan su caudal- atravesando un gran lago estático. Se transforma perdiendo el rígido cauce que forman sus riberas, quedando sólo una sombra imprecisa mordiendo y envolviendo pequeñas ondas, que pronto se irán difuminando.
A veces es una ilusión creer que la juventud es feliz. Una ilusión fomentada por los que la han perdido. La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla, ya ni son jóvenes ni es la verdad.
EL BARDO.