Picota de Presencio

Picota de Presencio

miércoles, 13 de octubre de 2010

VOLVER A SUMAR

Cuando al cabo de tantos años pasados, rememoro con nostalgia aquellos primeros de mi vida, me doy cuenta que muchas de aquellas primeras experiencias vividas sin apenas notarlo, provocaban una sucesión de acontecimientos que surgían con una frecuencia incontenible, con una celeridad apenas digerible para esa mente abierta a todo, pero incapaz todavía de ordenar y asimilar el torrente de enseñanzas. Ahora, me paro en uno de tantos hechos que de nuevo me apetece retomar.
Caminando como acostumbro últimamente a ocupar parte de mis mañanas, me vino a la mente sin saber porqué, las primeras asistencias al colegio, y en él también, el recuerdo de las primeras letras aprendidas y los primeros números contados, me impresionó sobre todo el concepto amable que producía la operación de la suma.
Esbocé sin proponérmelo el gesto relajado de una sonrisa. Era un juego su aprendizaje, "si yo tenía dos caramelos y Paquito me daba otro, ¿cuántos tenía?, era una propuesta feliz, me decidía a realizar aquél pequeño esfuerzo mental porque ello suponía un regalo, un añadir felicidad a esa escala universal de mi mundo limitado.
Luego venía la contraposición, que hoy noto presente siempre en la vida, la resta. Qué antipática, ahora el ejemplo se hacía insufrible, si yo tenía dos caramelos y Paquito me quitaba uno ¿cuántos me quedaban?, qué horror, cómo odiaba a Paquito, ¿qué había ocurrido con aquél Paquito tan simpático que antes me favorecía, y ahora me maltrataba?.
Poco a poco, fui comprendiendo que sumar era algo bueno pero no tanto restar.
Me fueron haciendo entender que existían otras operaciones, que llegué a asumir, las llamaban multiplicación y división. La primera, me explicaron era como una especie de suma muy acelerada por lo que la miré con cierta simpatía, pero por contra la segunda tenía un perfil en más sintonía con la resta e igualmente frustrante, aunque con mayor inquina y vehemencia.
De ahí deduje que sería más reconfortante utilizar con mayor frecuencia la suma y quizás tal vez con moderación, la multiplicación.
Hoy, me doy cuenta de que ellas infantiles e inocentes conclusiones, no estaban del todo desenfocadas.
Si nos damos cuenta, en la vida iniciamos la andadura sumando lentamente, amistades, conocimientos, afectos, amores, familia, sumar es, perdonar, ayudar, acariciar, consolar, acompañar, reír; restamos con desgana tiempo libre, apartamos diversiones, nos desprendemos de amistades, que las circunstancias nos privan, y siempre aparece el Paquito de la niñez. Multiplicamos nuestros esfuerzos, cuando la vida está en el momento álgido de nuestra energía, y sin querer, dividimos nuestra actividad, cuando los años nos obligan a templar los movimientos y a admitir el ocaso de nuestra existencia.
POR TODO ELLO, en este momento nos hemos de aferrar, con el empuje que aún nos sostiene, a SUMAR, siempre sumar, es la medicina ideal para desterrar todos los fantasmas, es optimismo, es alegría de vivir, es pensar, es transmitir ese algo maravilloso que almacena nuestra mente a través de todas las experiencias vividas, y que por un milagro grandioso de Dios, va difuminando lo que restó o dividió, y nos muestra nítido sólo lo que sumó.
Milagro también, tener cerca amigos pacientes que oyen tus relatos y te dan cariño con su compañía.
SUMAR, SIEMPRE SUMAR.

EL BARDO.