En el tiempo de espera previo a la entrada al comedor, y con la copa de cerveza en la mano, un compañero y amigo me preguntó: ¿crees en Dios? Mi respuesta fue: lo necesito.
Extrañado por mi respuesta: calló. Note que no fue la que él esperaba. Hoy, en este escrito, voy a exponerle, escuetamente, mi forma de pensar.
La ciencia está demostrando, cada día con más pruebas, que todos los seres vivos que poblamos la naturaleza venimos de bacterias que se desarrollaron según el medio en que les era más propicio; pero se sigue sin saber qué es lo que da la vida a esas bacterias. ¿Qué da la vida a los espermatozoides, que tantos sustos nos han dado?
Desde tiempo inmemorial los seres humanos, víctimas de la ignorancia, han temido, necesitado y adorado algo que creían superior: sol, luna, estatuas, piedras, animales, incluso historias de seres superiores.
La venida a este mundo de seres con una inteligencia muy superior al resto, con su don de palabras, pensamientos y obras, capaces de marcar un camino a los seres humanos en sus respectivos tiempos y lugares; seguidos después por hombres que basándose en la vida y pensamientos de éstos seres superiores han creado doctrinas, templos, formas de pensar, reprimir, matar, etc.
Todos creyéndose ser únicos en posesión de la verdad, han provocado que los seres humanos, aun hoy, estemos divididos y subdivididos en múltiples dioses y creencias. Todos ellos imponiendo su soberbia e intereses, autoproclamándose herederos e intérpretes de las palabras de sus dioses, obligando e imponiendo a los pueblos usos y costumbres que ofenden a la inteligencia, siempre con la amenaza de un dios vengativo.
Lo que vivido, leído y pasado en mi vida, en la que he tenido momentos de preocupación, dolor, angustias, depresión, desesperación, éxito, etc.; y sin ser teólogo, estudioso, conocedor, ni religioso siempre he recurrido a ese Ser Superior al que, en silencioso monologo, cuento mis preocupaciones, al que pido ayuda, al que pido que me conduzca, al que pido perdón por errores y daños que he podido cometer, etc.
Resumidamente, sin más complicaciones, como corresponde a una persona sencilla, humilde, y sin meterme en estudios teológicos en los que hay tantísimas diferencias de opinión, y que a lo largo de mi vida han tratado de convencerme de que sus opiniones son lo mejor para salvarme, tomé la decisión de aislarme de todos.
Igual que lo necesitó el hombre más primitivo, sin pensar si existe o no, si es de ésta o aquella religión, sin pedir la gloria, sin pedir nada a cambio, sin temor a ser juzgado en otra vida, creo que ese Ser Superior y Único me dicta la ley de:” Evitar hacer daño a los demás.”
En El he puesto mi esperanza, y en el momento que me acerco al ocaso de mi vida, más lo necesito.
De ahí mi respuesta a mi amigo: ¡¡ lo necesito!!
Amador Frias
Se habla de Rollo y Picota, el primero como atributo de la jurisdiccionalidad de las villas españolas;el segundo La Picota, era el instrumento material de aplicación de las penas. marcadas en las sentencias emitidas. Este Blog desde una perspectiva intelectual y amable, tratará de hacer gala de las dos funciones descritas. Su autor miembro de la promoción de Maristas 57, se presenta con el seudónimo de Miklos.
Picota de Presencio
viernes, 28 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
PENETRACIÓN Y AGRADECIMIENTO
Con el corazón henchido de gozo, emoción contenida y los ojos nublados, no sé muy bien si por lágrimas de satisfacción o por el sudor del esfuerzo realizado, he de confesar que por primera vez y tras un arduo y constante peregrinar, he conseguido cruzar la línea casi impenetrable que un camino pedregoso y casi inaccesible me impedía la consumación de mi mayor deseo.
Bien es cierto, que la penetración primera no ha sido del todo satisfactoria, por cuanto he de admitir que en el último empujoncito, he recibido un poco de ayuda exterior, y la compenetración de ambos cuerpos ha sido algo penosa, sin embargo habida cuenta que he tomado buena nota de todo el proceso, espero y deseo, que en sucesivas penetraciones el proceso se dulcifique y el éxtasis de su posesión sea completo y duradero.
Agradecimiento a tantos y tan sabios consejos de buenos amigos y doctorados en la materia, de los que más adelante haré cumplido reconocimiento desvelando su identidad, para que otros, que como yo, precisen de su inestimable ayuda.
Todo se inició cuando en cierta ocasión, tiempo ha, preséntoseme la dulce ocasión de compartir entrañable comida con personas de enorme categoría humana y grandeza de espíritu, con una apertura y acogimiento que hicieron que me sintiera
renovado en mi interior.
Aquello no fue fruto de un día, entendí que la finalidad de acto, formaba parte de un proceso iniciado algo antes, y que pretendía aunar a todos los compañeros de colegio que habían sido una piña en la infancia y juventud.
Poco a poco, favorecido por su generosa acogida, y apoyado en la "conocencia" que tenía de casi todos ellos, se me consideró uno más y aquí sigo.
A partir de ahí, en narración rápida, diré que me empapé de sus costumbres, entendí su filosofía, compartí sus palabras en los finales de las comidas, acaté el sabio mandato del Alcalde Presidente y todo era miel sobre hojuelas, hasta que un instinto "maligno" de "sana envidia",(si es que existe), se apoderó de mí, y quise ser partícipe de los escritos para poder integrarme aún más.
Para ello, la primera dificultad era manejar un ordenador.
Yo he de confesar que tenía conocimiento de su existencia porque en mi propia oficina, cada uno de los integrantes, lo primero que veían sobre su mesa era el dichoso artefacto. En la única mesa donde no había cabida para él era la mía.
Mi excusa era siempre la misma, para qué necesito yo eso, si cuando quiero algo os lo pido y no tardáis nada en dármelo.
Alguien incluso tuvo la osadía graciosa de regalarme uno de juguete, para "cachondeo" general.
A pesar de todo, me mantuve firme en mis principios.
Y mira por dónde, esta Pandilla de Zarcos, fue capaz de torcer mis convicciones, y tuve que agachar la cabeza en silencio, y solapadamente insinué a mi hija que me gustaría poder escribir en el terrorífico aparato. Como me dijeron que los diez aparatos que conservaba ya no servían, me arrojé al abismo y adquirí un portátil.
Ahí se inició el calvario, durante no sé que tiempo aprendí a manejarlo sólo como auxiliar de escritura, y los envíos al gran Herodoto, Micklos, Paco Fernandez, y alguno más no eran manipulados por mí mismo, la ayuda era externa.
Hice partícipe de mi secreto a los más cercanos, el Gran Micklos, durante los desayunos domingueros y al cálido olor impregnante de los churros, colaboró de manera "desinteresada", y muy eficazmente al lento desarrollo, de mi precario avance, igualmente el no menos grande Herodoto, también ayudó, no sin esfuerzo, fui caminando por esa difícil senda.
El siguiente paso, contratar ADSL, ¡Madre mía!, eso ya ha sido casi de suicidio, a veces, me dan ganas de alinearme con el "Alcalde", rebelde donde los haya, como yo antes, a beber de la "fuente del conocimiento", que lo resuelve con facilidad escribiendo a mano, dándoselo al "negro" llamado Micklos, exigiéndole mejora y premura en la confección de sus versos y comiéndose además uno de los churros que le traen al "esclavo".
Sea pues este mi reconocimiento a los asesores prodigiosos de mi avance.
Mi última y decisiva decisión de seguir adelante con mis cuitas, definitivamente ha sido la reflexión vergonzosa que me ha hecho al pensar que mi nieto de dos años recién cumplidos, será pronto un experto y eso ha sido mayor que todas mis fuerzas.
Por todo ello, hoy con el orgullo latente del deber cumplido, lanzó a todos los vientos la noticia. "He penetrado yo solito en el complejo mundo del saber cibernético". Bendito sea Dios y sus apóstoles, Micklos y Herodoto.
Envío este correo a mis muchachos.
EL BARDO.
Bien es cierto, que la penetración primera no ha sido del todo satisfactoria, por cuanto he de admitir que en el último empujoncito, he recibido un poco de ayuda exterior, y la compenetración de ambos cuerpos ha sido algo penosa, sin embargo habida cuenta que he tomado buena nota de todo el proceso, espero y deseo, que en sucesivas penetraciones el proceso se dulcifique y el éxtasis de su posesión sea completo y duradero.
Agradecimiento a tantos y tan sabios consejos de buenos amigos y doctorados en la materia, de los que más adelante haré cumplido reconocimiento desvelando su identidad, para que otros, que como yo, precisen de su inestimable ayuda.
Todo se inició cuando en cierta ocasión, tiempo ha, preséntoseme la dulce ocasión de compartir entrañable comida con personas de enorme categoría humana y grandeza de espíritu, con una apertura y acogimiento que hicieron que me sintiera
renovado en mi interior.
Aquello no fue fruto de un día, entendí que la finalidad de acto, formaba parte de un proceso iniciado algo antes, y que pretendía aunar a todos los compañeros de colegio que habían sido una piña en la infancia y juventud.
Poco a poco, favorecido por su generosa acogida, y apoyado en la "conocencia" que tenía de casi todos ellos, se me consideró uno más y aquí sigo.
A partir de ahí, en narración rápida, diré que me empapé de sus costumbres, entendí su filosofía, compartí sus palabras en los finales de las comidas, acaté el sabio mandato del Alcalde Presidente y todo era miel sobre hojuelas, hasta que un instinto "maligno" de "sana envidia",(si es que existe), se apoderó de mí, y quise ser partícipe de los escritos para poder integrarme aún más.
Para ello, la primera dificultad era manejar un ordenador.
Yo he de confesar que tenía conocimiento de su existencia porque en mi propia oficina, cada uno de los integrantes, lo primero que veían sobre su mesa era el dichoso artefacto. En la única mesa donde no había cabida para él era la mía.
Mi excusa era siempre la misma, para qué necesito yo eso, si cuando quiero algo os lo pido y no tardáis nada en dármelo.
Alguien incluso tuvo la osadía graciosa de regalarme uno de juguete, para "cachondeo" general.
A pesar de todo, me mantuve firme en mis principios.
Y mira por dónde, esta Pandilla de Zarcos, fue capaz de torcer mis convicciones, y tuve que agachar la cabeza en silencio, y solapadamente insinué a mi hija que me gustaría poder escribir en el terrorífico aparato. Como me dijeron que los diez aparatos que conservaba ya no servían, me arrojé al abismo y adquirí un portátil.
Ahí se inició el calvario, durante no sé que tiempo aprendí a manejarlo sólo como auxiliar de escritura, y los envíos al gran Herodoto, Micklos, Paco Fernandez, y alguno más no eran manipulados por mí mismo, la ayuda era externa.
Hice partícipe de mi secreto a los más cercanos, el Gran Micklos, durante los desayunos domingueros y al cálido olor impregnante de los churros, colaboró de manera "desinteresada", y muy eficazmente al lento desarrollo, de mi precario avance, igualmente el no menos grande Herodoto, también ayudó, no sin esfuerzo, fui caminando por esa difícil senda.
El siguiente paso, contratar ADSL, ¡Madre mía!, eso ya ha sido casi de suicidio, a veces, me dan ganas de alinearme con el "Alcalde", rebelde donde los haya, como yo antes, a beber de la "fuente del conocimiento", que lo resuelve con facilidad escribiendo a mano, dándoselo al "negro" llamado Micklos, exigiéndole mejora y premura en la confección de sus versos y comiéndose además uno de los churros que le traen al "esclavo".
Sea pues este mi reconocimiento a los asesores prodigiosos de mi avance.
Mi última y decisiva decisión de seguir adelante con mis cuitas, definitivamente ha sido la reflexión vergonzosa que me ha hecho al pensar que mi nieto de dos años recién cumplidos, será pronto un experto y eso ha sido mayor que todas mis fuerzas.
Por todo ello, hoy con el orgullo latente del deber cumplido, lanzó a todos los vientos la noticia. "He penetrado yo solito en el complejo mundo del saber cibernético". Bendito sea Dios y sus apóstoles, Micklos y Herodoto.
Envío este correo a mis muchachos.
EL BARDO.
lunes, 24 de enero de 2011
SINFONÍA
Entendiendo por Sinfonía, el conjunto de voces, de instrumentos, o ambas cosas que suenan a la vez en acordes de entonación gratamente musical, y que puede tener una utilización parental, por ejemplo, como Sinfonía de colores, cuando se refiere a coloridos acordes o armonía de colores, se me antoja posible también por simple mimetismo o como sinónimo a la vez, la expresión de "Sinfonía de palabras".
Esta "osadía" me la produce, la simple reflexión de poder ensalzar de alguna manera la riqueza que manifiesta una comparación imaginaria entre lo musical y lo escrito.
Si parto de la base del origen creativo que puede cifrarse en la utilización de tan sólo siete notas musicales que son las componentes de la escala, acompañadas de otras cinco variantes, bemol, natural, sostenido, mayor y menor, cifrando un total de doce elementos, que pueden dar lugar a infinitas combinaciones para mayor deleite del oído humano, me preguntaba yo ¿por qué no considerar sinfonía a la magnificencia de infinitas "infinidades",que pueden surgir de la palabra, siendo el vocabulario muchísimo más rico en elementos que los doce antes considerados?, me respondo a mí mismo afirmativamente porque, a mayor deleite no sé, pero al menos a deleite en sumo grado, sí que estoy seguro que la palabra tiene cabida.
Cuando me sitúo, en la diversidad del verbo, en la imaginación de mentes preclaras, en la pericia del ingenio que el juego de palabras arroja con atención sublime a los sentimientos que emanan del corazón, o en la ironía que aportan situaciones que la misma vida te propone, hilvanadas todas por una batuta en manos de quien con sabia dirección utiliza ese hilo invisible e indestructible de mayor fiabilidad que el sedal del pescador, los acordes de, quiero llamar, esa Sinfonía, se dirigen sin demora a los oídos abiertos que sólo se alojan en el alma.
Por eso cuando me topo con pensamientos como algunos que ahora te traslado no puedo menos que sentirme " generoso "y tratar de compartir contigo los acordes de esta Sinfonía.
Hace referencia a la comida, cosa tan natural y cotidiana pero que conjugada con palabras atinadas, mira "como suena".
"Una operación que tiene lugar dos o tres veces al día, y cuya finalidad es alimentar la vida, merece seguramente todos nuestros cuidados. Comer un fruto significa hacer entrar en nuestro Ser un hermoso objeto viviente, extraño, nutrido y favorecido como nosotros por la tierra; significa consumar un sacrificio en el cual optamos por nosotros frente a las cosas. Jamás mordí la miga de pan sin maravillarme de que ese amasijo pesado y grosero pudiera transformarse en sangre, en calor, acaso en valentía. Ah! ¿Por qué mi espíritu, aun en sus mejores días sólo posee una parte de los poderes asimiladores de un cuerpo?”
¿Puedes como yo oír esa música en tu alma?. Pues sigue un poco más oyendo.
"El vino nos inicia en los misterios volcánicos del suelo, en las ocultas riquezas minerales;
Una copa de vino bebida al mediodía, a pleno sol, o bien absorbida una noche de invierno, en un estado de fatiga que permite sentir en lo hondo del diafragma su cálido vertimiento, su segura y ardiente dispersión en nuestras arterias, es una sensación casi sagrada, a veces demasiado intensa para una cabeza humana."
¿Te vas acostumbrando a esta partitura?, una más y te dejo meditar.
"Los cínicos y los moralistas están de acuerdo en incluir las voluptuosidades del amor entre los goces llamados groseros, entre los goces de beber y el de comer, y a la vez, puesto que están seguros de que podemos pasarnos sin ellas, las declaran menos indispensables que aquellos goces. De un moralista espero cualquier cosa pero me asombra que un cínico pueda engañarse así. Creeré en esa asimilación del amor a los goces puramente físicos (suponiendo que existan como tales) el día en que haya visto a un gastrónomo llorar de deleite ante su plato favorito, como un amante sobre un hombro juvenil. De todos los juegos, es el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo".
Tengo más partituras de este mismo concierto, por lo que si te gusta te regalaré alguna que otra, en mejor ocasión.
He de confesarte que me apasiona esta música, que si es acompañada de otro concierto real, ya transporta a la gloria, para mí con rasgueo de guitarra.
EL BARDO
Esta "osadía" me la produce, la simple reflexión de poder ensalzar de alguna manera la riqueza que manifiesta una comparación imaginaria entre lo musical y lo escrito.
Si parto de la base del origen creativo que puede cifrarse en la utilización de tan sólo siete notas musicales que son las componentes de la escala, acompañadas de otras cinco variantes, bemol, natural, sostenido, mayor y menor, cifrando un total de doce elementos, que pueden dar lugar a infinitas combinaciones para mayor deleite del oído humano, me preguntaba yo ¿por qué no considerar sinfonía a la magnificencia de infinitas "infinidades",que pueden surgir de la palabra, siendo el vocabulario muchísimo más rico en elementos que los doce antes considerados?, me respondo a mí mismo afirmativamente porque, a mayor deleite no sé, pero al menos a deleite en sumo grado, sí que estoy seguro que la palabra tiene cabida.
Cuando me sitúo, en la diversidad del verbo, en la imaginación de mentes preclaras, en la pericia del ingenio que el juego de palabras arroja con atención sublime a los sentimientos que emanan del corazón, o en la ironía que aportan situaciones que la misma vida te propone, hilvanadas todas por una batuta en manos de quien con sabia dirección utiliza ese hilo invisible e indestructible de mayor fiabilidad que el sedal del pescador, los acordes de, quiero llamar, esa Sinfonía, se dirigen sin demora a los oídos abiertos que sólo se alojan en el alma.
Por eso cuando me topo con pensamientos como algunos que ahora te traslado no puedo menos que sentirme " generoso "y tratar de compartir contigo los acordes de esta Sinfonía.
Hace referencia a la comida, cosa tan natural y cotidiana pero que conjugada con palabras atinadas, mira "como suena".
"Una operación que tiene lugar dos o tres veces al día, y cuya finalidad es alimentar la vida, merece seguramente todos nuestros cuidados. Comer un fruto significa hacer entrar en nuestro Ser un hermoso objeto viviente, extraño, nutrido y favorecido como nosotros por la tierra; significa consumar un sacrificio en el cual optamos por nosotros frente a las cosas. Jamás mordí la miga de pan sin maravillarme de que ese amasijo pesado y grosero pudiera transformarse en sangre, en calor, acaso en valentía. Ah! ¿Por qué mi espíritu, aun en sus mejores días sólo posee una parte de los poderes asimiladores de un cuerpo?”
¿Puedes como yo oír esa música en tu alma?. Pues sigue un poco más oyendo.
"El vino nos inicia en los misterios volcánicos del suelo, en las ocultas riquezas minerales;
Una copa de vino bebida al mediodía, a pleno sol, o bien absorbida una noche de invierno, en un estado de fatiga que permite sentir en lo hondo del diafragma su cálido vertimiento, su segura y ardiente dispersión en nuestras arterias, es una sensación casi sagrada, a veces demasiado intensa para una cabeza humana."
¿Te vas acostumbrando a esta partitura?, una más y te dejo meditar.
"Los cínicos y los moralistas están de acuerdo en incluir las voluptuosidades del amor entre los goces llamados groseros, entre los goces de beber y el de comer, y a la vez, puesto que están seguros de que podemos pasarnos sin ellas, las declaran menos indispensables que aquellos goces. De un moralista espero cualquier cosa pero me asombra que un cínico pueda engañarse así. Creeré en esa asimilación del amor a los goces puramente físicos (suponiendo que existan como tales) el día en que haya visto a un gastrónomo llorar de deleite ante su plato favorito, como un amante sobre un hombro juvenil. De todos los juegos, es el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo".
Tengo más partituras de este mismo concierto, por lo que si te gusta te regalaré alguna que otra, en mejor ocasión.
He de confesarte que me apasiona esta música, que si es acompañada de otro concierto real, ya transporta a la gloria, para mí con rasgueo de guitarra.
EL BARDO
EL PROCRASTINADOR
El adjetivo calificativo: “procrastinador”, tiene su origen etimológico en el verbo latino: ”procrastinare”( diferir o aplazar). En “román paladino”, definimos en nuestra actual sociedad al procrastinador como: el individuo que ejecuta la acción de ir dejando las cosas para otro momento, día u ocasión; esta situación no hace desaparecer de la mente esa tarea por arte de magia. El procrastinador es frecuente entre profesionales que realizan trabajos intelectuales, en los que la concentración es un acto de voluntad del profesional. Rara vez se presenta en profesionales que ejecutan trabajos manuales, o utilizan algún tipo de herramienta o instrumento, la causa está en que el uso de la herramienta, les exige toda su concentración.
La mayoría de profesionales que realizan trabajos intelectuales, sean de creación o rutinario, o que les exijan tomar decisiones, han sido afectados por este hecho, y cuya tentación se presenta de forma permanente. Personalmente reconozco que alguna vez he sufrido este mal. No obstante existen individuos, en los que “procrastinar”, es una actitud vital, demoran todos los trabajos, cuya ejecución afrontan cuando el plazo está cumplido o, a punto de finalizar. En ese momento trabajan atropelladamente y justifican que su mayor productividad se produce cuándo están bajo presión. El fenómeno también es frecuente entre el estamento directivo, cuyos retrasos y demoras en las decisiones producen perjuicio y pérdidas a las empresas.
Aparte de los casos descritos existe el procrastinador profesional, que generalmente se rige por diez principios, que se exponen a continuación:
1º.- Quejarse constantemente de estar abrumado.
2º.- Pasear por la oficina con un folio escrito, para que su expresión facial y corporal cobren apariencia de urgencia.
3º.- Nunca limpiar de papeles y expedientes la mesa del despacho o cubículo.
4º.- Enviar e-mails. Parece trabajo, aunque los destinatarios sean familiares o amigos.
5º.- Si utiliza lentes, no olvide dejar unas sobre el trabajo, cuando se ausente de forma injustificada.
6º.- Si tiene ganas de hablar, en el lugar de trabajo, hable con su jefe y si es el jefe, monte una reunión con sus subordinados. El tema a tratar es lo de menos.
7º.- Envíe muchos mensajes de voz, a sus compañeros de trabajo; crean sensación de gran actividad.
8º.- Asegure de involucrarse en proyectos ambiguos, escoja proyectos de consultorías, asesorías y participe en reuniones. Evite las que determinen tareas con fecha de terminación.
9.- Siempre que pretenda no hacer nada, o dormir en el despacho, sitúe su sillón de espaldas a la puerta o cubículo.
10º.- Despotrique de su trabajo tanto como pueda, ésto está considerado como trabajo, aún cuándo sea divertido.
Si sigue al pié de la letra los diez principios, será Vd. un perfecto procrastinador y será candidato a la picota de su oficina. Ahora si es el jefe, asegúrese de tener unos negros subordinados, bien domesticados y que le sigan la corriente.
HERODOTO
La mayoría de profesionales que realizan trabajos intelectuales, sean de creación o rutinario, o que les exijan tomar decisiones, han sido afectados por este hecho, y cuya tentación se presenta de forma permanente. Personalmente reconozco que alguna vez he sufrido este mal. No obstante existen individuos, en los que “procrastinar”, es una actitud vital, demoran todos los trabajos, cuya ejecución afrontan cuando el plazo está cumplido o, a punto de finalizar. En ese momento trabajan atropelladamente y justifican que su mayor productividad se produce cuándo están bajo presión. El fenómeno también es frecuente entre el estamento directivo, cuyos retrasos y demoras en las decisiones producen perjuicio y pérdidas a las empresas.
Aparte de los casos descritos existe el procrastinador profesional, que generalmente se rige por diez principios, que se exponen a continuación:
1º.- Quejarse constantemente de estar abrumado.
2º.- Pasear por la oficina con un folio escrito, para que su expresión facial y corporal cobren apariencia de urgencia.
3º.- Nunca limpiar de papeles y expedientes la mesa del despacho o cubículo.
4º.- Enviar e-mails. Parece trabajo, aunque los destinatarios sean familiares o amigos.
5º.- Si utiliza lentes, no olvide dejar unas sobre el trabajo, cuando se ausente de forma injustificada.
6º.- Si tiene ganas de hablar, en el lugar de trabajo, hable con su jefe y si es el jefe, monte una reunión con sus subordinados. El tema a tratar es lo de menos.
7º.- Envíe muchos mensajes de voz, a sus compañeros de trabajo; crean sensación de gran actividad.
8º.- Asegure de involucrarse en proyectos ambiguos, escoja proyectos de consultorías, asesorías y participe en reuniones. Evite las que determinen tareas con fecha de terminación.
9.- Siempre que pretenda no hacer nada, o dormir en el despacho, sitúe su sillón de espaldas a la puerta o cubículo.
10º.- Despotrique de su trabajo tanto como pueda, ésto está considerado como trabajo, aún cuándo sea divertido.
Si sigue al pié de la letra los diez principios, será Vd. un perfecto procrastinador y será candidato a la picota de su oficina. Ahora si es el jefe, asegúrese de tener unos negros subordinados, bien domesticados y que le sigan la corriente.
HERODOTO
lunes, 17 de enero de 2011
TERNURA
Ternura es, lo que desprende cada uno de los poros de su pequeño y frágil cuerpo.
Ternura es, lo que siente un abuelo cuando con los bracitos al frente, ve venir hacia él ese cuerpecito con cara sonriente y rizos rubios en su pelo, para enroscarse con ellos en su cuello con la fuerza colosal del más limpio cariño.
Ternura es, ese algo quizás demasiado escondido durante tantos años de su vida, que despreciando el dictado de su corazón, ha dejado en el olvido, con la falsa creencia de caer en el tópico de ensamblar ese sentimiento al de la debilidad o la sensiblería.
Ternura es, comprobar que tantas cosas que ahora pasan por delante de nosotros, nos llevan a meditar en el significado de la entrega, en la pausa que comporta, que las pequeñas cosas se engrandezcan por el sólo hecho de prestarles la atención debida.
El sentir en lo más profundo de nuestro corazón rasgos de bondad, de interés por los problemas de los demás, de acercamiento a nuestros seres más queridos a los que sin darnos cuenta hemos ido olvidando dar ese gesto amable, esa palabra atenta o ese abrazo en el momento oportuno, para reafirmar nuestro cariño.
Llegar al otoño de nuestra vidas, nos provee de rasgos y funciones que no por haber dejado de exhibirlas, han perdido su vigencia, es como sacar de la vieja mochila que nos acompañó toda nuestra vida, el objeto más preciado que sin darnos cuenta teníamos olvidado, gracias hemos de dar por tener la suerte de haber sido elegidos entre los que aún contamos con el privilegio de poder hacer uso de ello.
Ver crecer una planta a la que hemos cuidado, ver aparecer la primera rosa del rosal en primavera, observar una puesta de sol, contemplar el vaivén de las olas, maravillarnos con la aparición de esa luna llena que ilumina la noche, contar con amigos que comulgan con tus mismos principios, adentrarse en los recuerdos de la infancia, compartir cada día con la fiel compañera que supo soportar aquellos olvidos y que hoy quedamente perdona y asiente en el disfrute sencillo del calor del hogar que nos cobija, y miles de detalles que se desarrollan en nuestro entorno, componen y amalgaman el amplio espectro de nuestros sentimientos para hacer posible desear vivir, aún más, el ciclo de nuestra existencia.
El recorrido de los tiempos, acompasa y desacelera el ritmo de nuestras actividades, y gracias a ello, y no por su causa, nos podemos conocer a nosotros mismos con mayor autenticidad y sin pecar de banalidades o influencias externas que otrora pudieron condicionarnos.
Qué dulce sensación estar sentado ante un simple espectáculo fuere en el medio que fuere, y dejar derramar una lágrima cuando el corazón se encoge y la garganta te produce un nudo imposible de superar sin que los ojos descarguen su fluida sustancia!, Qué sensación tan gratificante de paz y sosiego si podemos hacerlo olvidando por completo aquel sentido del ridículo que tantos años llevamos cosido en nuestra alma!
Sentir esa criatura que nos invita a aflorar en definitiva todo ese equipaje hasta ahora oculto, nos prepara para aprender su nuevo lenguaje, nos incita a dulcificar nuestra vida, a ser pacientes, a amar la vida por ella misma, a desear compartir sus juegos y a saber disfrutar cada momento, para no perder ni un sólo minuto de la maravillosa evolución constante y agilísima del proceso inicial de su vida, es como la redención por lo que dejamos pasar de atención en la evolución y crecimiento de nuestros propios hijos, es como si Dios quisiera regalarnos una oportunidad más, para entender el don que pone cada día a nuestro alcance con el fin de mostrarnos su grandeza y esplendor.
Por todo ello, no he podido encontrar en mi criterio mejor palabra para resumir esas sensaciones que la palabra TERNURA. Disfrutemos de ella y de su significado, que nos hará más humanos y nos proveerá de una mayor capacidad de intentar ser feliz el tiempo que podamos disponer de la vida.
EL BARDO.
Ternura es, lo que siente un abuelo cuando con los bracitos al frente, ve venir hacia él ese cuerpecito con cara sonriente y rizos rubios en su pelo, para enroscarse con ellos en su cuello con la fuerza colosal del más limpio cariño.
Ternura es, ese algo quizás demasiado escondido durante tantos años de su vida, que despreciando el dictado de su corazón, ha dejado en el olvido, con la falsa creencia de caer en el tópico de ensamblar ese sentimiento al de la debilidad o la sensiblería.
Ternura es, comprobar que tantas cosas que ahora pasan por delante de nosotros, nos llevan a meditar en el significado de la entrega, en la pausa que comporta, que las pequeñas cosas se engrandezcan por el sólo hecho de prestarles la atención debida.
El sentir en lo más profundo de nuestro corazón rasgos de bondad, de interés por los problemas de los demás, de acercamiento a nuestros seres más queridos a los que sin darnos cuenta hemos ido olvidando dar ese gesto amable, esa palabra atenta o ese abrazo en el momento oportuno, para reafirmar nuestro cariño.
Llegar al otoño de nuestra vidas, nos provee de rasgos y funciones que no por haber dejado de exhibirlas, han perdido su vigencia, es como sacar de la vieja mochila que nos acompañó toda nuestra vida, el objeto más preciado que sin darnos cuenta teníamos olvidado, gracias hemos de dar por tener la suerte de haber sido elegidos entre los que aún contamos con el privilegio de poder hacer uso de ello.
Ver crecer una planta a la que hemos cuidado, ver aparecer la primera rosa del rosal en primavera, observar una puesta de sol, contemplar el vaivén de las olas, maravillarnos con la aparición de esa luna llena que ilumina la noche, contar con amigos que comulgan con tus mismos principios, adentrarse en los recuerdos de la infancia, compartir cada día con la fiel compañera que supo soportar aquellos olvidos y que hoy quedamente perdona y asiente en el disfrute sencillo del calor del hogar que nos cobija, y miles de detalles que se desarrollan en nuestro entorno, componen y amalgaman el amplio espectro de nuestros sentimientos para hacer posible desear vivir, aún más, el ciclo de nuestra existencia.
El recorrido de los tiempos, acompasa y desacelera el ritmo de nuestras actividades, y gracias a ello, y no por su causa, nos podemos conocer a nosotros mismos con mayor autenticidad y sin pecar de banalidades o influencias externas que otrora pudieron condicionarnos.
Qué dulce sensación estar sentado ante un simple espectáculo fuere en el medio que fuere, y dejar derramar una lágrima cuando el corazón se encoge y la garganta te produce un nudo imposible de superar sin que los ojos descarguen su fluida sustancia!, Qué sensación tan gratificante de paz y sosiego si podemos hacerlo olvidando por completo aquel sentido del ridículo que tantos años llevamos cosido en nuestra alma!
Sentir esa criatura que nos invita a aflorar en definitiva todo ese equipaje hasta ahora oculto, nos prepara para aprender su nuevo lenguaje, nos incita a dulcificar nuestra vida, a ser pacientes, a amar la vida por ella misma, a desear compartir sus juegos y a saber disfrutar cada momento, para no perder ni un sólo minuto de la maravillosa evolución constante y agilísima del proceso inicial de su vida, es como la redención por lo que dejamos pasar de atención en la evolución y crecimiento de nuestros propios hijos, es como si Dios quisiera regalarnos una oportunidad más, para entender el don que pone cada día a nuestro alcance con el fin de mostrarnos su grandeza y esplendor.
Por todo ello, no he podido encontrar en mi criterio mejor palabra para resumir esas sensaciones que la palabra TERNURA. Disfrutemos de ella y de su significado, que nos hará más humanos y nos proveerá de una mayor capacidad de intentar ser feliz el tiempo que podamos disponer de la vida.
EL BARDO.
viernes, 7 de enero de 2011
“Los males previstos resultan menores”
En nuestro idioma existen dos prefijos que empleamos hartamente en nuestro cotidiano conversar: pre y des. El primero anticipa, da prioridad. Con la aplicación del segundo buscamos negar, privar o incluso exceder.
Me siento a recapacitar sobre lo ocurrido a lo largo y ancho de estas últimas veinticuatro horas con el ya famoso cierre de nuestro espacio aéreo (que según algunos no es de nadie, sino del viento) y no logro entender cómo nuestros insignes mandatarios lo han conseguido pues, a tenor de lo que dicen algunos expertos sobre lo casi imposible de poner puertas al campo, imagino lo casi improbable que será ponérselas al aire para poderlas cerrar como le convenga a los que, según los turnos políticos y técnicos, estén al mando de la cosa. Se me antoja como un cierre de lo etéreo, de lo que no tiene consistencia material.
Sean como sean las imaginarias (hoy se las cataloga como virtuales) puertas de allí arriba, lo cierto es que las reales de aquí abajo fueron cerradas, y no de forma virtual precisamente, por mandato de esa clase ociosa –que según Veblen- son los políticos en general y, añado yo, los nuestros en particular, enchiquerando al ganado vacacional que con rumbos y destinos trazados se encontraban arremolinados entorno a las puertas que les darían paso al disfrute de su controlada libertad. Los dejaron desnortados, de golpe. Sin aviso previo. Seiscientas mil cabezas, dicen, quedaron girando sobre sí en los patios de chiqueros. Unos y otros hicieron una precisa lidia colectiva y virtual, a la portuguesa, sin sangre y muerte. Y entre los atónitos espectadores, varios millones de congéneres, de esta ancestral fiesta, división de opiniones: pitos y palmas para la terna y sus peones. España en estado puro.
Sentado en mi personal tendido he contemplado con estupor el fantástico y fantasmagórico espectáculo, sobrecogido por la intensidad de las sucesivas escenas que, sobre el guión previsto, los codirectores iban desparramando a troche y moche en nuestras pantallas según los distintos tercios se consumaban.
Me pregunto si con anterioridad al espectáculo ofrecido, esta pandilla o cuadrilla de administradores de vidas y haciendas ha pensado sobre algo distinto de cuál sería la recaudación a repartir entre ellos: tanto para los maestros, tanto para el peón de confianza y los peones, tanto para los ganaderos, tanto para los apoderados y los monos sabios, que como están en la nómina de la plaza, que se aguanten.
Cabe mayor desvergüenza, despropósito, desvarío,….que el de éstos individuos, que sin preparación alguna saltan al ruedo ibérico con la intención calculada de dar una fiesta para su divertimento y exaltación abusando de su posición sin prever, prevenir, presentir, precaver ni auspiciar cuáles serían las consecuencias de las decisiones tomadas con la rapidez y la improvisación alimentadas por esa melopea provocada por los vapores aspirados y exhalados en el poder.
Cuanta desconfianza propiciáis entre los siempre confiados compatriotas, qué descrédito alimentáis y cuanto desprecio merece vuestra vacua prepotencia. Por favor, no entendamos el progresismo como una derivación del absolutismo. Estamos ya muy dentro del s.XXI como para aguantar fiestas y representaciones con tramoya de trasnochado maquiavelismo.
Empecé éstas líneas con una cita de Séneca. Las cierro con otra de Baltasar Gracián:
“Para el hombre prudente es más fácil prevenir que remediar”
Miklos
Me siento a recapacitar sobre lo ocurrido a lo largo y ancho de estas últimas veinticuatro horas con el ya famoso cierre de nuestro espacio aéreo (que según algunos no es de nadie, sino del viento) y no logro entender cómo nuestros insignes mandatarios lo han conseguido pues, a tenor de lo que dicen algunos expertos sobre lo casi imposible de poner puertas al campo, imagino lo casi improbable que será ponérselas al aire para poderlas cerrar como le convenga a los que, según los turnos políticos y técnicos, estén al mando de la cosa. Se me antoja como un cierre de lo etéreo, de lo que no tiene consistencia material.
Sean como sean las imaginarias (hoy se las cataloga como virtuales) puertas de allí arriba, lo cierto es que las reales de aquí abajo fueron cerradas, y no de forma virtual precisamente, por mandato de esa clase ociosa –que según Veblen- son los políticos en general y, añado yo, los nuestros en particular, enchiquerando al ganado vacacional que con rumbos y destinos trazados se encontraban arremolinados entorno a las puertas que les darían paso al disfrute de su controlada libertad. Los dejaron desnortados, de golpe. Sin aviso previo. Seiscientas mil cabezas, dicen, quedaron girando sobre sí en los patios de chiqueros. Unos y otros hicieron una precisa lidia colectiva y virtual, a la portuguesa, sin sangre y muerte. Y entre los atónitos espectadores, varios millones de congéneres, de esta ancestral fiesta, división de opiniones: pitos y palmas para la terna y sus peones. España en estado puro.
Sentado en mi personal tendido he contemplado con estupor el fantástico y fantasmagórico espectáculo, sobrecogido por la intensidad de las sucesivas escenas que, sobre el guión previsto, los codirectores iban desparramando a troche y moche en nuestras pantallas según los distintos tercios se consumaban.
Me pregunto si con anterioridad al espectáculo ofrecido, esta pandilla o cuadrilla de administradores de vidas y haciendas ha pensado sobre algo distinto de cuál sería la recaudación a repartir entre ellos: tanto para los maestros, tanto para el peón de confianza y los peones, tanto para los ganaderos, tanto para los apoderados y los monos sabios, que como están en la nómina de la plaza, que se aguanten.
Cabe mayor desvergüenza, despropósito, desvarío,….que el de éstos individuos, que sin preparación alguna saltan al ruedo ibérico con la intención calculada de dar una fiesta para su divertimento y exaltación abusando de su posición sin prever, prevenir, presentir, precaver ni auspiciar cuáles serían las consecuencias de las decisiones tomadas con la rapidez y la improvisación alimentadas por esa melopea provocada por los vapores aspirados y exhalados en el poder.
Cuanta desconfianza propiciáis entre los siempre confiados compatriotas, qué descrédito alimentáis y cuanto desprecio merece vuestra vacua prepotencia. Por favor, no entendamos el progresismo como una derivación del absolutismo. Estamos ya muy dentro del s.XXI como para aguantar fiestas y representaciones con tramoya de trasnochado maquiavelismo.
Empecé éstas líneas con una cita de Séneca. Las cierro con otra de Baltasar Gracián:
“Para el hombre prudente es más fácil prevenir que remediar”
Miklos
SUEÑO INFERNAL
Con gran sorpresa y sin saber porqué, me encuentro en la orilla de un río junto a unos desconocidos, noto que algo me molesta en la boca, que resulta ser una moneda. Adapto mi vista a la penumbra y niebla circundante, y diviso una vieja embarcación, manejada por un huraño y ceñudo anciano que reconocí como al viejo Caronte(1). No existía duda, me encontraba en el inframundo del río Estigia(2). Con escalofríos por todo mi ser accedí a la lúgubre embarcación y pagué mi viaje con la moneda.
Al desembarcar en la otra orilla divisé el palacio de Hades(3), con su can Cerbero, de tres cabeza, que furioso estaba atado en la puerta. El grupo fue desviado a la presencia de los Tres Jueces de la Muerte, que con gran parsimonia establecían sus veredictos.
Mi sentencia fue la de ser condenado a la Eternidad del Averno, con un veredicto de culpable por “iluso”. En los Considerándos de la Sentencia se establecía mi manifiesta culpa por creer en lo políticamente correcto.
Condenado al Tártaro (infierno), fui introducido en una estancia donde me raparon al cero y abrillantaron mi oronda calva, después fui vestido con unos ajustados pantalones de cuero negro y una chupa del mismo material sobre mi torso desnudo, en el que habían grabado, unos groseros tatuajes. Por último, me incorporaron una pequeña caja negra en el cinturón y un auricular en el oído.
Mi castigo era: gritar, proferir insultos, injurias y calumnias contra todo con lo que topara, ya que en caso contrario sería castigado con una fuerte y dolorosa descarga a través del auricular.
De esa guisa, fui introducido en un recinto parecido a un plató de televisión, en el que un demonio pequeño con gafas oscuras y zapatillas deportivas fluorescentes, dirigía un espectáculo ensordecedor en el que intervenían caras conocidas. Al ser requerido para actuar, fracasé como novato, y recibí mi correspondiente castigo. Desde ese momento no perdí ripio, para no ser premiado de nuevo con la descarga. Después de un intervalo de tiempo, para mí eterno, percibí un aumento de la algarabía y abrí los ojos.
¡Oh realidad!, acababa de despertar en mi sillón de la siesta ante el televisor, y mi esposa junto a mí, veía de forma plácida el programa “Sálvame”.
Despavorido, hui a mi despacho, en el que recobré la “aporía” y la “ataraxia” de mi espíritu, como buen epicúreo, que disfruta de una tranquila y plácida jubilación.
Herodoto
(1)Caronte: Viejo y avaro barquero que trasladaba a las almas recién muertas a cruzar el río Estigia, para acceder al inframundo
(2)Río Estigia: Lugar de acceso al inframundo de la mitología griega
(3)Hades: Dios griego del inframundo y de todo lo que se encuentra bajo la superficie de la tierra. La mitología griega reconoce a tres dioses: Zeus, díos del cielo, y rey de todos los dioses. Neptuno: dios del mar y Hades: dios del mundo subterráneo y el inframundo
Al desembarcar en la otra orilla divisé el palacio de Hades(3), con su can Cerbero, de tres cabeza, que furioso estaba atado en la puerta. El grupo fue desviado a la presencia de los Tres Jueces de la Muerte, que con gran parsimonia establecían sus veredictos.
Mi sentencia fue la de ser condenado a la Eternidad del Averno, con un veredicto de culpable por “iluso”. En los Considerándos de la Sentencia se establecía mi manifiesta culpa por creer en lo políticamente correcto.
Condenado al Tártaro (infierno), fui introducido en una estancia donde me raparon al cero y abrillantaron mi oronda calva, después fui vestido con unos ajustados pantalones de cuero negro y una chupa del mismo material sobre mi torso desnudo, en el que habían grabado, unos groseros tatuajes. Por último, me incorporaron una pequeña caja negra en el cinturón y un auricular en el oído.
Mi castigo era: gritar, proferir insultos, injurias y calumnias contra todo con lo que topara, ya que en caso contrario sería castigado con una fuerte y dolorosa descarga a través del auricular.
De esa guisa, fui introducido en un recinto parecido a un plató de televisión, en el que un demonio pequeño con gafas oscuras y zapatillas deportivas fluorescentes, dirigía un espectáculo ensordecedor en el que intervenían caras conocidas. Al ser requerido para actuar, fracasé como novato, y recibí mi correspondiente castigo. Desde ese momento no perdí ripio, para no ser premiado de nuevo con la descarga. Después de un intervalo de tiempo, para mí eterno, percibí un aumento de la algarabía y abrí los ojos.
¡Oh realidad!, acababa de despertar en mi sillón de la siesta ante el televisor, y mi esposa junto a mí, veía de forma plácida el programa “Sálvame”.
Despavorido, hui a mi despacho, en el que recobré la “aporía” y la “ataraxia” de mi espíritu, como buen epicúreo, que disfruta de una tranquila y plácida jubilación.
Herodoto
(1)Caronte: Viejo y avaro barquero que trasladaba a las almas recién muertas a cruzar el río Estigia, para acceder al inframundo
(2)Río Estigia: Lugar de acceso al inframundo de la mitología griega
(3)Hades: Dios griego del inframundo y de todo lo que se encuentra bajo la superficie de la tierra. La mitología griega reconoce a tres dioses: Zeus, díos del cielo, y rey de todos los dioses. Neptuno: dios del mar y Hades: dios del mundo subterráneo y el inframundo
MIS CONVERSACIONES CON CRISTOBAL
Siendo como es, nuestro idioma ESPAÑOL, tan rico en expresiones, tan vasto en vocabulario, me parece ocurrente y necesario hacer un alto en la corriente pesimista a la que nos llevan los políticos, los mercados, los pronósticos de doctos economistas que auguran mayores desventuras, como si no fueran ya bastantes las que acarreamos, con las tan cacareadas CRISIS, de todo, y la más preocupante quizás, la de la moral, la vergüenza, las buenas costumbres, la educación, la enseñanza… En una palabra cuanto siempre nuestros mayores nos habían inculcado. Si nos dejáramos llevar por esa inercia faltarían pañuelos para secarse las lágrimas de tanto pesar.
Por eso, no quiero dejarme influir por el desespero, y prefiero hacer un regate a tanta mentira y caos, para invitaros conmigo a "correr un estúpido velo" y poner algo de ironía a tamaño desbarajuste.
Como quiera que inicio este escrito con el título, de "Mis conversaciones con Cristóbal", debo presentaros al personaje: Hombre leal, magnífico encargado de obras, con todas la virtudes necesarias para serlo, pero entre las cuales no es preciso ser conocedor profundo de nuestro idioma ESPAÑOL, al que hago alusión.
Esto, me hace en cambio "sin querer", comparar sus capacidades, con las de ciertas "miembras", que destrozan igualmente el idioma, pero que para ellas, sí que debería ser obligatorio su dominio.
Estando en cierta ocasión citado en una finca con unos conocidísimos personajes a fin de iniciar los trabajos de una enorme mansión, a la cual mi gran Cristóbal también estaba convocado por mi parte, extrañamente pasaba el tiempo y él no llegaba, por fin acudió y se llevó a cabo todo cuanto estaba previsto, situación, emplazamiento y demás preliminares propios de tales menesteres.
Asistían varias personas, entre ellas una señora famosa, arquitecto, propietario, un señor muy singular afincado en Marbella, y un par más de acompañantes, dibujado el escenario comienza la charla con Cristóbal en la oficina:
- Cristóbal -le digo- ¿cómo es posible que llegases tarde a la cita si no ocurre eso en ti nunca?
- Verá Uhté, don Osé, me traía er taxi parriba, cuando me topé en la carretera con su amigo el Potógrafo, ese que se paece ar Moicé, sí, el de las barbas que está gordo como un ceporro. Antonse le dije ar taxista… apárate aquí, me bajé, lo saludé, y me dí cuenta don Osé, questaba suando como un guarro, eran las cuatro la tarde, carretera Ronda, un sol de justicia, mes de Agosto, y claro, se me ocurrió decirle "cuando un tío sale güeno es mehó que un mulo", yo con mi mehó voluntad don Osé!!, pos güeno, en de ve de agradecérmelo, me dijo cabreao… “Cristóbal te viá endiñá con el canuto”.
Sa fihao Uhté, lo desagradecía que es la gente?
Bueno, -le dije- ¿pero tú por qué le dices esas cosas, no ves que no te entiende?
Seguimos la charla, y la pregunté de nuevo:
- ¿qué te ha parecido la gente?
El Rubio… más largo cun día sin pan, la tía esa la Quistina… ojú Don Osé, con una muslá desa, hay pá tres tíos, y er de la barba y er bigote, cargao de collares, qué tío más raro, con tanto pahné, en colgajos y anillos, y no tiene ni pa unas gafas enteras. El arquitecto, paece un tío echao pa lante, la casa se pone ande a él le sale de los mismísimos, tanta tontería, que si pacá, que si pallá… Se pone ande él lo diga zipote y sacabao!.
Mira Cristóbal –contesté- el de la barba y los collares, no es que no tenga dinero para comprar unas gafas enteras, es que eso es así, se llama monóculo.
Ande uhté ya!! qué montículo ni montículo!! se va queá Uhté conmigo ¿pos no ve Uhté quer chavó engurruñe la heta ca vé que se coloca el cristal en el oho, que paece questá entreñío!!!??.
Bueno Cristóbal, vamos a dejarlo ya. ¿Te ha dado el taxista la factura que te dije?
Pos claro, Don Osé, menuda son las niñas de la oficina pa eso, las tiene Uhté bien enseñà ¿eh?.
A ver, enséñamela. La miro, y leo:
“Por Dir, por Golver, por Golver a Dir, y por Golver a Golver… totá son 1.5OO y en letras, mil quinientas pejetas”.
Muy bien Cristóbal, dáselas a las niñas y que te paguen, ahora bien, tu amigo… muy leído no está.
Qué vá Don Osé, si pa aprobá el examen de conducir, ha tardao dohaños!!, el poblema no era guiá, eso primero con el arao, y aluego con el tractó se defendía, pero como no sabe leé, se tuvo que aprende de memoria tor código pa aprobá y er de curtura, er padre se lo leía, y él lo repetía hasta que se queaba con la copla. Bueno, Don Osé, me voy que tengo que llegá, a la Caja, que tengo que peí un emprestamo, que la niña a metío la pata, y la viá tené que emparentá. Condió Don Osé, y la compaña!
EL BARDO
Por eso, no quiero dejarme influir por el desespero, y prefiero hacer un regate a tanta mentira y caos, para invitaros conmigo a "correr un estúpido velo" y poner algo de ironía a tamaño desbarajuste.
Como quiera que inicio este escrito con el título, de "Mis conversaciones con Cristóbal", debo presentaros al personaje: Hombre leal, magnífico encargado de obras, con todas la virtudes necesarias para serlo, pero entre las cuales no es preciso ser conocedor profundo de nuestro idioma ESPAÑOL, al que hago alusión.
Esto, me hace en cambio "sin querer", comparar sus capacidades, con las de ciertas "miembras", que destrozan igualmente el idioma, pero que para ellas, sí que debería ser obligatorio su dominio.
Estando en cierta ocasión citado en una finca con unos conocidísimos personajes a fin de iniciar los trabajos de una enorme mansión, a la cual mi gran Cristóbal también estaba convocado por mi parte, extrañamente pasaba el tiempo y él no llegaba, por fin acudió y se llevó a cabo todo cuanto estaba previsto, situación, emplazamiento y demás preliminares propios de tales menesteres.
Asistían varias personas, entre ellas una señora famosa, arquitecto, propietario, un señor muy singular afincado en Marbella, y un par más de acompañantes, dibujado el escenario comienza la charla con Cristóbal en la oficina:
- Cristóbal -le digo- ¿cómo es posible que llegases tarde a la cita si no ocurre eso en ti nunca?
- Verá Uhté, don Osé, me traía er taxi parriba, cuando me topé en la carretera con su amigo el Potógrafo, ese que se paece ar Moicé, sí, el de las barbas que está gordo como un ceporro. Antonse le dije ar taxista… apárate aquí, me bajé, lo saludé, y me dí cuenta don Osé, questaba suando como un guarro, eran las cuatro la tarde, carretera Ronda, un sol de justicia, mes de Agosto, y claro, se me ocurrió decirle "cuando un tío sale güeno es mehó que un mulo", yo con mi mehó voluntad don Osé!!, pos güeno, en de ve de agradecérmelo, me dijo cabreao… “Cristóbal te viá endiñá con el canuto”.
Sa fihao Uhté, lo desagradecía que es la gente?
Bueno, -le dije- ¿pero tú por qué le dices esas cosas, no ves que no te entiende?
Seguimos la charla, y la pregunté de nuevo:
- ¿qué te ha parecido la gente?
El Rubio… más largo cun día sin pan, la tía esa la Quistina… ojú Don Osé, con una muslá desa, hay pá tres tíos, y er de la barba y er bigote, cargao de collares, qué tío más raro, con tanto pahné, en colgajos y anillos, y no tiene ni pa unas gafas enteras. El arquitecto, paece un tío echao pa lante, la casa se pone ande a él le sale de los mismísimos, tanta tontería, que si pacá, que si pallá… Se pone ande él lo diga zipote y sacabao!.
Mira Cristóbal –contesté- el de la barba y los collares, no es que no tenga dinero para comprar unas gafas enteras, es que eso es así, se llama monóculo.
Ande uhté ya!! qué montículo ni montículo!! se va queá Uhté conmigo ¿pos no ve Uhté quer chavó engurruñe la heta ca vé que se coloca el cristal en el oho, que paece questá entreñío!!!??.
Bueno Cristóbal, vamos a dejarlo ya. ¿Te ha dado el taxista la factura que te dije?
Pos claro, Don Osé, menuda son las niñas de la oficina pa eso, las tiene Uhté bien enseñà ¿eh?.
A ver, enséñamela. La miro, y leo:
“Por Dir, por Golver, por Golver a Dir, y por Golver a Golver… totá son 1.5OO y en letras, mil quinientas pejetas”.
Muy bien Cristóbal, dáselas a las niñas y que te paguen, ahora bien, tu amigo… muy leído no está.
Qué vá Don Osé, si pa aprobá el examen de conducir, ha tardao dohaños!!, el poblema no era guiá, eso primero con el arao, y aluego con el tractó se defendía, pero como no sabe leé, se tuvo que aprende de memoria tor código pa aprobá y er de curtura, er padre se lo leía, y él lo repetía hasta que se queaba con la copla. Bueno, Don Osé, me voy que tengo que llegá, a la Caja, que tengo que peí un emprestamo, que la niña a metío la pata, y la viá tené que emparentá. Condió Don Osé, y la compaña!
EL BARDO
EXPRESIÓN CORPORAL
“La boca puede mentir, pero la mueca que se hace en ese momento revela, sin embargo, la verdad” F. Nietzsche
Estamos instalados de modo inconsciente y permanente en la sociedad de la imagen. Por cualquier adverbio de lugar por el que transites, te encontrarás una imagen fija o en movimiento, imagen que usualmente te amenaza, te distrae, te erotiza o simplemente te relaja. Estamos tan acostumbrado a convivir con ellas que frecuentemente, aún viéndolas y sintiéndolas, no reparamos ni en su presencia ni en su mensaje: ¿es perfume, televisor, chica amarilla o negra, calzoncillos o pantalones simples y molientes?; ¿la música que las envuelve es de Sakira o del Fari?. Las vemos, adivinando de pasada su slogan, como algo que ya es consustancial a nuestro ser, envolviendo con suavidad nuestra vida cotidiana como si de un sari de seda indio se tratara.
Pero están ahí esperando que su mensaje hiera nuestro consciente y que con la sangre vertida vayan vehiculados nuestros deseos y nuestros dineros en busca de los objetos tan sutilmente mostrados. Es el fuerte juego que el consumo propone entre las apariencias y las realidades, entre lo útil y lo inútil, entre lo necesario y lo superfluo, entre la vanidad y la modestia. Constituyen la infantería del imperio del émulo.
Pero cuando recibimos las imágenes de la realidad circundante, de la cercana, de la realidad que podríamos tocar si nos lo permitieran, entonces nuestras percepciones son otras muy distintas. Nuestra atención se centra en lo mostrado y dicho, sea con música o con fuegos artificiales de fondo, y prestamos oído y vista para desentrañar la verdad de la maraña informativa que a borbotones se nos ofrece. Y aún así, erramos con frecuencia en la formación de nuestras percepciones y criterios. Bien es cierto que lo obvio siempre nos queda claro: el agua torrencial arrasadora, las cenizas volcánicas, las cornadas del toro o los goles marcados no admiten otra interpretación que la de lo estamos viendo. Son imágenes capaces de expresar por sí mismas lo que muestran. Ahora bien, cuando vemos y oímos en directo o en diferido al predicador, al político o al simple charlatán ¿comprendemos en toda su extensión lo que su fluido verbo nos transmite enmarcado por el plano americano de su imagen y envuelto en los tules de la tamizada luz y de la evocadora música? ¡Cuánta mentira hay detrás de todo lo que diariamente vemos y oímos!
Vivimos en una sociedad aparente y permisiva, en la que prevalece la ausencia de criterios bien formados y en la que, por abulia y otros vicios, los ciudadanos tienden a dar por ciertos o por buenos o por asumibles los principios que marcan la convivencia y los objetivos a conseguir por la comunidad.
Entrenémonos y miremos a través del cristal de la expresión corporal y descubramos por nosotros mismos, sin intermediarios ni interpretadores, cuánto hay de verdad o mentira en todo lo que nos exponen día a día ante nuestras narices.
Miklos
Estamos instalados de modo inconsciente y permanente en la sociedad de la imagen. Por cualquier adverbio de lugar por el que transites, te encontrarás una imagen fija o en movimiento, imagen que usualmente te amenaza, te distrae, te erotiza o simplemente te relaja. Estamos tan acostumbrado a convivir con ellas que frecuentemente, aún viéndolas y sintiéndolas, no reparamos ni en su presencia ni en su mensaje: ¿es perfume, televisor, chica amarilla o negra, calzoncillos o pantalones simples y molientes?; ¿la música que las envuelve es de Sakira o del Fari?. Las vemos, adivinando de pasada su slogan, como algo que ya es consustancial a nuestro ser, envolviendo con suavidad nuestra vida cotidiana como si de un sari de seda indio se tratara.
Pero están ahí esperando que su mensaje hiera nuestro consciente y que con la sangre vertida vayan vehiculados nuestros deseos y nuestros dineros en busca de los objetos tan sutilmente mostrados. Es el fuerte juego que el consumo propone entre las apariencias y las realidades, entre lo útil y lo inútil, entre lo necesario y lo superfluo, entre la vanidad y la modestia. Constituyen la infantería del imperio del émulo.
Pero cuando recibimos las imágenes de la realidad circundante, de la cercana, de la realidad que podríamos tocar si nos lo permitieran, entonces nuestras percepciones son otras muy distintas. Nuestra atención se centra en lo mostrado y dicho, sea con música o con fuegos artificiales de fondo, y prestamos oído y vista para desentrañar la verdad de la maraña informativa que a borbotones se nos ofrece. Y aún así, erramos con frecuencia en la formación de nuestras percepciones y criterios. Bien es cierto que lo obvio siempre nos queda claro: el agua torrencial arrasadora, las cenizas volcánicas, las cornadas del toro o los goles marcados no admiten otra interpretación que la de lo estamos viendo. Son imágenes capaces de expresar por sí mismas lo que muestran. Ahora bien, cuando vemos y oímos en directo o en diferido al predicador, al político o al simple charlatán ¿comprendemos en toda su extensión lo que su fluido verbo nos transmite enmarcado por el plano americano de su imagen y envuelto en los tules de la tamizada luz y de la evocadora música? ¡Cuánta mentira hay detrás de todo lo que diariamente vemos y oímos!
Vivimos en una sociedad aparente y permisiva, en la que prevalece la ausencia de criterios bien formados y en la que, por abulia y otros vicios, los ciudadanos tienden a dar por ciertos o por buenos o por asumibles los principios que marcan la convivencia y los objetivos a conseguir por la comunidad.
Entrenémonos y miremos a través del cristal de la expresión corporal y descubramos por nosotros mismos, sin intermediarios ni interpretadores, cuánto hay de verdad o mentira en todo lo que nos exponen día a día ante nuestras narices.
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