(Autor: FRANCISCO GONZALEZ JAEN)
Hace tiempo que en una de mis múltiples reflexiones nocturnas y por supuesto en “mi sillón de las reflexiones”, caí en la cuenta de que, como quién no quiere la cosa, he cumplido ya los CUARENTA Y SEIS AÑOS de ejercicio profesional, de los que me siento personalmente satisfecho, y aunque reconozco que es una fecha “coja”, no coincidente con la típica de los metales, oro y plata, consideré que era una ocasión apropiada para exaltar mi actividad profesional y con mentalidad de hombre añoso, pensé:
- ¡Hombre!. Si Antonio Molina, “el inventor de falsete”, recorrió España entera con su película “Soy Minero”, manifestando con orgullo su profesión... y el buenazo de Manolo Morán , hacía lo mismo en otra película, “Manolo, Guardia Urbano”, demostrando su maestría y satisfacción dirigiendo el tráfico del Madrid. ¿Porqué voy a ser menos y no hago también una manifestación pública de la mía ? ¡Digo yo!.
Y con el temperamento que me caracteriza, puse a funcionar el cerebro y a imaginar e intercambiar ideas, como si en ello me fuera la vida.
Sin embargo, desde el primero momento intuí los riesgos a los que me exponía y las dificultades linguísticas que tendría que solventar, porque básicamente he ejercido y aún ejerzo, como COPROLOGO...., así, tal como suena, pero ¿Quién puñetas sabe lo que significa? ¡He ahí el problema!.
Supongamos por un momento, que mis revelaciones caen en manos desaprensivas de una de las muchas revistas “amarillas”, llamadas del corazón, tergiversan mis palabras, ponen en mi boca lo que no he dicho y publican en sus páginas el siguiente texto:
EXCLUSIVA
Declaraciones de Francisco ...etc., de 70 años y padre de seis hijos:
-- Tras árduas y concienzudas meditaciones, he tomado la decisión de “salir del armario”, confesando públicamente que soy “COPROLOGO”.
¿Os imagináis qué cabronada?. Estoy absolutamente convencido que provocaría una reacción social y toda índole de comentarios. Unos dirían: “Es un gesto de sinceridad admirable. ¡Que lo disfrute ! (???). Otros comentarían: “ ¡A sus años, con hijos y nietos y tan sinverguenza¡ (¡¡¡) y otras personas, posiblemente no la leerían, pero en caso de hacerlo, dirían: ¡Qué deterioro social! ¿Adónde vamos a llegar?.
Al respecto, si me lo permitíd, me gustaría hacer algunas reflexiones.
Aunque tengo la convicción personal de que la sociedad ha sido siempre así, con esa predisposición natural a “ver la paja en el ojo ajeno y no el tablón en el suyo” y sé lo que me digo, en la actualidad es peor, por estar aún más manejada por los medios/basuras de comunicación, que con grandes dosis de medias verdades, frases hechas muy impactantes e insinuantes, la dirige de forma “monoclonal”, hacia cotas insospechadas de incongruencia, vacío y banalidad.... hacia una “sociedad no pensante”.
El fondo de la cuestión es, que nadie se va a preocupar en saber qué es y hace un coprológo, ironía a la que he hecho referencia, pero lo de “salir del armario” que suena a morbo, lo saben hasta los niños de pecho y éso sí que cuenta, desgraciadamente.
Por cierto, durante mucho tiempo, el armario fué utilizado “como burlaero, por los machos ibéricos que roneaban mujeres ajenas, en evitación de pitonazos merecidos de los maridos engañados y airados” y, que yo sepa, sólo salían de él a cogotazos o “con los pies por delante”.
Hoy no es así, hoy ya “no entra nadie, sólo salen”, salen como esas setas, los “phallus impúdicum” que crecen en las zonas umbrías de los bosques y que pasan desapercibidos durante años, hasta que “brotan a borbotones”, invadiendo el bosque.
Y ahora, para evitar malos entendidos, voy a intentar explicar lo que significa Coprólogo, palabreja en cuestión, que tampoco es fácil, tal como decía antes, porque si la fuente de información es un diccionario antiguo, la define como : Estudioso de las deyecciónes humanas, lo cual se presta a dudas y malinterpretaciones, porque...¿Se trata de “pipí, popó, mocó o galipó”?, no quedando, por tanto, el concepto cristalino.
Actualmente en los Tratados de Coprología, se dice: Estudioso de deyecciones humanas fétidas... y la verdad, esto comienza a ser más claro, ya que con un simple razonamiento se descarta, en principio, el pipí, el mocó y el galipó y por exclusión, nos quedamos con el popó, que es justamente con lo que yo me he quedado para toda la vida, es decir: las heces, el excremento, la majá, la zumaca, el rile, el jiñe, el ñosclo..., en resumen, la mierda, de la que hay que hablar como lo estoy haciendo, sin prejuicios ni verguenzas, porque, no nos engañemos, a fin de cuentas existe, la hacemos todos y a ser posible, todos los días, como está mandado.
Y ahora, una vez salido del armario, os voy a hacer algunas consideraciones sobre la esencia y nunca mejor dicho, del protagonista de mi trabajo, la muestra, a la que me acabo de referir, haciendo una diferenciación clara entre el envoltorio, el recipiente y su fétido contenido que nos llevan al laboratorio de vital importancia para la identificación de la personalidad más íntima del paciente, pues, he llegado a la conclusión de que la forma de transporte “da carácter”, hasta tal punto, que se puede afirmar: “Por como traes las heces, te diré cómo eres”, existiendo distintos comportamientos, que paso a explicar.
En cuanto al envoltorio, hay personalidades muy curiosas. Está “la cursi”, “la caletera”, como decía nuestro popular Juan Cepas, cuya peculiaridad es que se pasea por Málaga con el regalito, introducido en una bolsa de “Nicolás”, Parriego”, “Primor”, de “Zara” y en Navidades, con todas las Felicidades de “El Corte Inglés”, bolsas, por otra parte, nuevas, impecables, dando la impresión, de “venir de compras”, aún con su carga mortífera dentro.
Otras, “las pudorosas”, aparte de cerrar los bordes de la fiambrera con cinta de embalar, la introducen en cuatro o cinco bolsas, cada una de ellas cerradas a “cal y canto” y después en una última, donde depositan, en gesto muy valorado por mí pero inútil, alguna servilleta con colonia para despistar. Frecuentemente este gesto lo hacen personas “con sensibilidad muy femenina aunque con cuerpo de hombre”.
Por último, he de decirlo y con claridad, aunque sin deseo de faltar a nadie, está la personalidad “espesa”, la que antiguamente se llamaba “guarra”, expresión que, aunque muy malagueña, por supuesto no voy a utilizar.
La “espesa”, comienza por “dar la nota”, precisamente al dar la nota, la receta del médico, que está mal doblada, arrugada, sucia y con apuntes de números de teléfono o direcciones. La muestra viene en una bolsa frecuentemente rota y la fiambrera desgastada, costrosa y deformada, lo que impide un cierre adecuado, con lo cual deja escapar “los efluvios” del contenido por todo el vestíbulo.
Existe otro tipo ya extremo, que llamamos “espesa- rácana” o “espesa - rata”, de otra naturaleza. Se presenta en el laboratorio con una nevera de plástico colgada como un bolso, a la bandolera, regalo de casas comerciales (Coca-Cola o San Miguel), la coloca encima de la mesa de la entrada y cuando la abre produce sorpresa el esmero y pulcritud con que ha preparado “el regalo”.
Sin embargo, la “espesura-rácana” se manifiesta, cuando una vez entregada la muestra, nos pide: “Por favor, me gustaría que me devolvieran la neverita , porque me viene muy bien para guardar los fiambres cuando vamos a la playa. ¡Hay gente pa tó!
En relación a los recipientes, las fiambreras, he llegado a la conclusión de que el plástico nos inunda, nos invade, porque la verdad es que nunca pude imaginar que existiera tal variedad de fiambreras.
Por su morfología, las hay cilindricas cortas, medias y largas, redondas, cuadradas, rectangulares, triangulares, cúbicas, cónicas de base ancha y estrecha y todas ellas pequeñas, medianas y grandes, es decir, una verdadera lección de Geometría.
En lo que respecta al color... ¡tela marinera!: Todos los del arco iris pero también las hay negras, blancas y grises y alguna que otra fucsia, grosella y el remate, las fluorescentes, que cuando apago la luz al irme por las noches, aun a oscuras, allí están en el poyete, ígneas, desafiantes, como diciéndome... ¡Aquí estoy esperándote!.
En relación a los “artistas invitados”, las mierdas, salen al escenario sin presentación previa, pero todos, con enorme deseo de “caldear el ambiente, cantando con un arte que no se pué aguantá”.
Algunos me salen “por peteneras”, muy peligrosos, porque no sabes nunca cómo va a terminar el número. Otros, se arrancan por “ tonás”, duro y difícil palo, compuesto por siete cantes, que cuando llegan al cuarto o quinto, se empieza a dar muestras de profundo cansancio físico y respiratorio. Las que son soportables son “las medias granaínas” porque son medias, si fueran enteras podrían llevar a la extenuación.
Aunque para cante profundo y sobrio, “el martinete”, con ese martillo golpeándo el yunque, más bien “las pituitas”, que te deja la cabeza abombá y atolondrá.
Pero como paradigma de “cante jondo”, la “soleá”, porque “soleá” es lo que siento cuando me tengo que enfrentar a un “morlaco de kilo, kilo y medio o más, al que tengo que sacar tó el arte que lleva escondío en sus entrañas”, que hiere mi sensibilidad y me pone los vellos de punta.
Y todo ello, por exigencia del guión que me obliga diariamente a hacer una “crónica” de cada uno de los invitados, real y brillante, que me permita salir por la Puerta Grande.
Finalmente, haciendo una metáfora cinematográfica de las películas del gran maestro del “suspense” Alfred Hichtcock, lo que más me preocupa es que “después de oler la soga, mirar por la ventana indiscreta y sufrir el vértigo, me entra la psicosis, cuando no tengo ni puta idea de lo que voy a poner en mi informe sobre la dichosa mierda”.
No en vano mis compañeros de profesión me llaman Paquito el hiena porque llevo toda mi vida comiendo de los riles y encima, como veis, me río de ello, aunque seguiré siempre siendo El Sheriff.
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