Día tras día, con machacona
insistencia, se nos repite desde todas las instancias oficiales , de los foros
o medios de comunicación, la pertinaz letanía de que la crisis galopante que
nos inunda, proviene en gran medida de la desaforada carrera emprendida por
todos, para acomodarnos a un tren de vida que nos hemos querido adjudicar,
antes siquiera de ser merecedores de ello.
La meditación de nuestros
años de pubertad y juventud, la forja de la personalidad que nuestros padres
nos imprimieron, junto con el sistema educativo rígido, firme y recto de
nuestros educadores, hicieron posible, junto con las carencias manifiestas de
aquellos tiempos, que podamos conservar en nuestra memoria y para el resto de
nuestros días, las cosas buenas que surgieron de las dificultades. Ellas son la
prueba de nuestra capacidad,que a la postre nos infundieron la confianza ante
cualquier obstáculo.
Sin embargo, aquellos
esfuerzos que nos fueron impuestos, aquellos sacrificios que nos vimos
obligados a superar, y que nosotros asumimos, llevaron consigo, un sentimiento
de paternalismo, que con la evolución de la vida y la deriva impuesta por las
comodidades, y el legítimo deseo de liberar a nuestros descendientes de esas
penurias por las que antes navegamos, nos enfiló peligrosamente hacia unos
principios hasta ese momento impensables.
Desataron la ansiedad por
"tener", por "disfrutar", por "viajar" y ser
poseedor en definitiva, de todo cuanto en nuestros tiempos no estaba a nuestro
alcance porque antes de disfrutarlo, había que ganarlo. ¿Quien se atrevía a
comprar algo, si previamente no había ahorrado el dinero necesario para
adquirirlo?, ¿Quien osaba iniciar un viaje sin haber pasado tiempo juntando el
importe de él?. ¿Cómo se podía siquiera pensar en la compra de una casa cuando
estaba fuera de nuestro alcance?.
Pero se abrió el abanico
del consumismo, afloraron los pagos aplazados, las tarjetas de crédito
invadieron con tentadoras ofertas, la incitación al desbordado " Y yo
también", poco a poco se ha ido hipotecando por entero la vida de quienes
antes limitaban sus aspiraciones a sus posibilidades.
Nuestra generación inmersa
en la cultura del trabajo, del esfuerzo, de la lucha individual por ganarse la
vida, cifraba su meta en conseguir cuanto antes, no sin dificultad - eso
nunca-, la independencia de su destino, anhelaba la cosecución de la liberación
en el entorno protector del manto que les cubría por completo bajo la tutela de
sus mayores. ¡Se ha hecho un hombre!, se decía al regreso de hacer el servicio
militar en unos casos, al terminar los estudios en otro, y en todos, el factor
común,"crear un hogar". Era salir de un sacrificio y sumergirse en
otro inmediatamente. Siempre era uno mismo con sus propios medios, si bien, la
ayuda y la protección tenían bien marcados los tiempos.
Todos hemos sido un poco
culpables del resultado, nosotros por el excesivo proteccionismo, ¿quien no ha
dicho o pensado, mis hijos que no pasen por lo que yo tuve que luchar?,
¿acertamos, en ese criterio?,¿ Les impulsamos a una vida más regalada?, ¿Les
acostumbrados a disfrutar de las bonanzas de la vida antes de enseñarles a
ganárselas?. ¿Donde están aquellos principios de interés por crear un nuevo
hogar?, ¿Dónde está el espíritu de sacrificio que nosotros habíamos forjado?.
Todo está a su alcance sin
apenas esfuerzo, viven en nuestras casas hasta límites que se hacen
insostenibles, se hacen los remolones para seguir en los hogares que tanto
esfuerzo nos costó a todos construir ; los principios éticos y morales que
fueron bandera y guía nuestra, han desaparecido, pero la bola de nieve lanzada
desde los más altos oteros de la complacencia, sigue rodando, sigue engordando,
y sigue aplastando a cuantos coge por delante.
Y lo peor, es que un buen
día, el mecanismo global del crédito, de la abundancia y el despilfarro, se
colapsa, se autodestruye y las costumbres adquiridas se hacen ya desmedidamente
pesadas, nadie es capaz de soportar el sistema, todo lo que parecía al alcance
de la mano, de pronto desaparece, ellos, si se fueron, vuelven al nido paterno,
buscan refugio en aquellos que necesitaron toda una vida para crearse un cierto
bienestar, a base de esfuerzo y sacrificio. Aquellos no supieron lo que eran
vacaciones, no pudieron tener coche hasta bien avanzada su vida, no pudieron
tener televisores, ni móviles, ni dejaron jamás de trabajar, hasta que sus
fuerzas les abandonaron, entonces, con el presumible premio obtenido a toda una
vida, han de compartir en la mayor parte de las veces, ese premio con quienes
tal vez, ni siquiera entiende el porqué de la existencia sacrificada de
"los viejos".
La vida en definitiva, no
es una carrera de relevos, se acostumbraron a vivir partiendo desde el último
tramo de la carrera, no entendieron que para llegar hasta allí, hubo quienes
paso a paso recorrieron el mayor y más difiícil camino de ese desafío con tesón
y una infinita paciencia, que les costó toda una vida. No entendieron que no es
posible entregar el testigo del resultado final de su gestión, para que ellos
inicien su periplo.
Estas reflexiones me traen a la memoria aquella frase de -George B. Shaw -, que decía: " Si has
construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde
debía estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él.
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