Picota de Presencio

Picota de Presencio

martes, 22 de mayo de 2012

TRISTE Y SOLO Y CON EL CULO AL SOL



Buenos días paisano.- Saludé a un Sr. de edad indefinida pero con aspecto joven.
¡Hola Sr.! ¿Haciendo ejercicio para jubilados? –me preguntó él, sin moverse ni volver la cara.
¿Cómo le va hoy? ¿Ha venido alguien a visitarle?. Le pregunté.
¡Oh! No. Llevo días que nadie viene a verme y, si alguien pasa por aquí, pasa de largo sin mirarme.
Ahora le han abierto más la puerta de acceso al puerto; se supone que pasan más personas.
Bien dice Vd. Se supone. Los que pasan para el puerto cruzan por el paso de cebra y ni me miran. Me contestó el paisano.
¿Algún forastero vendrá a fotografiarse con Vd., como recuerdo de su estancia en esta ciudad?
Me tiro meses sin que nadie me haga una fotografía. –Me respondió.
Ud. Es un símbolo de esta ciudad.
Eso dicen. En todas las ciudades del mundo colocan sus símbolos característicos en lugares estratégicos, donde todo forastero lo vea. Pero… es aquí donde el Ayuntamiento decidió colocarme: tras este muro, que me impide ver la Plaza de la Marina. Por eso estoy erguido, con la cara levantada y el sombreo me cae hacia atrás. A veces, siento envidia de mi contemporáneo que se encuentra sentado al otro lado de la plaza; con quien muchas personas se sienta a dialogar y hacer fotografías. Llevándose como único recuerdo típico de su estancia en esta ciudad. Sin embargo, los tres representantes de Málaga, mis amigo el Verdiales, el Biznaguero y yo nos encontramos en lugares de poco transito, donde pocas gentes nos miran y menos visitan. Y para colmo, tengo el sol a mi espalda que en las cámaras fotográficas les producen contraluz.
¿En que lugar cree Vd. que estaría mejor y no estorbara a las múltiples tribunas de Semana Santa?
Yo creo que la entrada a calle Larios, en la plaza de Félix Sáenz, Plaza de la Constitución, Plazas del Carbón, del Siglo, etc. Hay muchos sitios por los que pasean turistas y forasteros que puedan llevarse una fotografía nuestra.
¡Aquí estás más tranquilo! –Le dije.
No. Me gusta el contacto con mi gente. Recordarles tiempos pasados. Cuando en las playas sacaban el copo y las jábegas cruzaban la bahía. El biznaguero inundaba las calles con olor a jazmín. Los Verdiales, que trasmitían música de fiesta a esos montes que abrigan nuestra ciudad con sus panderetas, violines, platillos, guitarras y el colorido de sus sombreros llenos de flores.
Eres un romántico. Le contesté.
Si. Soy romántico, porque viví el romanticismo. La época en todo era natural. No había contaminación en el aire, el sol limpio y las olas de espuma blanca resbalaban sobre aguas transparente. Donde abundaban los chanquetes, boquerones, coquinas, almejas…
Ese tiempo ya pasó. Le dije yo.
Por eso me encuentro aquí, para recordar lo que fue mi ciudad. Ahora están mis cenachos vacíos, sin las barritas de plata que reflejaban su brillo en mi cara.
¿Qué puedo hacer por ti?- Le pregunté.
Pídale a nuestro Ayuntamiento que libere mis pies de este bloque de mármol, que impide acercarme a mis paisanos y forasteros. Pregonando: “Niñas, llevo boquerones de plata, chanquete, almejas y coquinas frescas; recién sacados de la playa de la Malagueta”. “A reá la pechá”
Lo intentaré. Amigo Cenachero.
Adiós, Sr. No deje de venir a hacerme compañía. Estoy muy solo en este rincón donde pocas personas pasan.
Amador

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