Picota de Presencio

Picota de Presencio

lunes, 4 de abril de 2011

SOLO PARA HOMBRES


Autor: FRANCISCO GONZALEZ JAEN

            Es posible que este título me traiga problemas con nuestro eficiente Gobierno y, en especial con las señoras  Aido y Pajin,  por considerar que se trata de un libelo machista de ultraderecha, pero la justificación del mismo es, que  el artículo de hoy lleva como tema central, la próstata, glándula exclusiva del hombre, conocida entre nosotros y que a esta altura de la vida, hablar de ella es como nombrar “la soga en casa del ahorcado”.
         La elección del tema no es improvisada si no la constatación de que todos nosotros estamos sometidos con mayor o menor intensidad a la “vorágine prostática”, sufrida con resignación pero con tanta indignación que, tras la denuncia presentada  por mi en el Juzgado de Guardia,  hoy se sienta a la próstata en la llamada pena de banquillo, acusada por el fiscal de delito de Genocidio Uretral, por lo que le ha incoado diligencias penales para ser juzgada por Jurado Popular y con todas las garantías legales.
         A partir de ahora y levantado el secreto sumarial, el expediente abierto contra ella queda a disposición de las partes y cuyo contenido paso a desarrollar. El honorable Juez, con mazo incluido,  abre la sesión.
         La próstata es una glándula interior en forma de castaña con una hendidura central que la divide en dos lóbulos, que rodean delicadamente la uretra o “caño de la  orina”.  Algo parecido a  la vitola de un puro y creo que como metáfora, “mejor imposible”.
Su función es segregar, simultáneamente con la eyaculación, el “líquido prostático”, que por su rica composición en azúcares, vitaminas y agua, proporciona un entorno óptimo al espermatozoide  para que sea posible la fecundación del óvulo.

En consecuencia, la próstata es un órgano indispensable en el aparato reproductor masculino y durante la mayor parte de nuestras vidas cumple su misión de forma impecable, silenciosa y sin alharacas.
Otrosí, cuando se inicia el proceso fisiológico de la involución, que corresponde con la edad del júbilo o tercera edad, en lugar de seguir las Leyes de la Naturaleza, se rebela, se pone “tontorrona” y se convierte en una glándula solitaria, molesta y aberrante.
Todos somos conscientes de los efectos que la involución produce en nosotros: El cabello se pierde y se pone ralo ( a Nicky, no); el poquito que queda, encanece (menos a Nicky, cuyo peluquero debe ser un monstruo de la alquimia); disminuye la estatura por el desgaste de los discos intervertebrales y que decir del sistema muscular cuyo deterioro es ostensible: caída de músculos faciales, hipotrofia de músculos abdominales y de otros músculos casi prefiero no hablar porque, en la mayoría de los casos, ya no es hipotrofia, sino verdadera atrofia irreversible y que “cada palo aguante su vela”, menos Eloy, play-boy y el  hombre 10 Marbellí.
 Pues bien, la próstata cuando le llega el momento, en lugar de atrofiarse lo que sería normal, se agranda, se hipertrofia y se agiganta, en una manifestación de chulería y resentimiento innecesarios y  que solo sirve para “dar por culo” y empleo esta expresión porque, a ver, por donde introduce el urólogo su dedo enguantado para comprobar el estado de la dichosa próstata.
 En su huída hacia adelante, lenta e insidiosamente,  va constriñendo la inocente uretra hasta casi cegarla, provocando una gran cantidad de secuelas, con las que estoy seguro estáis identificados, como son: disminución del caudal de orina, necesidad imperiosa de orinar con frecuencia, micción en forma de ducha que obliga a hacer virguerías para que tanto chorrito entre en el water y con grave riesgo de manchar el suelo, los zapatos y todo lo que se ponga a tiro. ¡Una putada!
Y aquí, ya interviene una nueva protagonista, de la que por pudor se habla poco,  como es la sacudida reiterada, yo diría mejor, sacudiones, para intentar controlar , no siempre con  éxito, los efectos indeseables y colaterales de salpicaduras y goteos en los aledaños de la portañica, palabra de raíz malagueña que significa “puerta pequeña” o la mucho más utilizada: la bragueta, proveniente del vocablo francés, braguette definida en su idioma como “piece du cuir pour couvrir le paquette” que formaba parte de la armadura medieval.
Por último, se desconoce de forma científica contrastada, el porqué la próstata reacciona de esa forma, aunque se aduce, dicho sea, sin gran convencimiento, que puede ser la consecuencia del trastorno del  “clímax  hormonal” que sufrimos con los años, en el que los estrógenos u hormonas femeninas se incrementan y superan a la testosterona cuyo predominio es la esencia de la virilidad. (Que Dios nos ampare). Las investigaciones continúan y en algún momento sabremos la verdad y toda la verdad.
Una vez leído el expediente comienzan las partes del proceso, acusación y defensa,  a exponer sus argumentaciones.
El fiscal, con la Venia del juez, se dirige con parsimonia hacia el jurado, compuesto por 5 mujeres y 4 hombres de mediana edad, y, con mirada penetrante hacia ellos,  comienza su intervención:
-Señoras y señores del jurado: La acusada es culpable del delito de “genocidio uretral” que se le imputa, con los agravantes de premeditación, nocturnidad y alevosía. Su premeditación es tal que su actividad delictiva la inicia años antes, con  prolegómenos esporádicos que molestan y preocupan a los interfectos.
 La nocturnidad es palmaria, obligando a levantarse varia veces durante la noche para evacuar, impidiendo un sueño conciliador y con riesgos de caídas.
Y lo peor, la alevosía, efectuando el pecado sin posibilidad alguna de pena o de reacción violenta por parte de los afectados, que se encuentran en situación de desvalimiento.
Por otra parte, no es menos cierto, que la acusada, con su actuación malvada y cruel, actúa con “dolo” por las secuelas físicas de dolor e  infecciones y las no menos importantes, las psíquicas, ante la duda de que pueda tratarse de un tumor, provocando que los interesados entren en ese circuito tenebroso de exploraciones dolorosas y biopsias, que desequilibran emocionalmente.
Por todo ello y ante lo expuesto, pido al jurado que no tengan ninguna duda razonable sobre la culpabilidad de la acusada y la condenen a la máxima pena. El fiscal comienza a retirarse, pero a unos metros se vuelve y con índice amenazador insiste: Ya saben, culpable.
La defensa está reprensada por una letrada joven, guapa y de gran brillantez,  quien con soltura y sonrisa en la boca, tras recibir la Venia de Su Señoría, se acerca al jurado y comienza su alegato:
-Señoras y señores del jurado: La acusada  es inocente de toda culpa y lo voy a demostrar. El Sr. fiscal ha obviado decir, posible amnesia transitoria, que hasta los casi 60 años de su vida, cumple su importante misión de forma impecable, silenciosa y sin reconocimiento alguno.
Por otra parte, quiero expresar una convicción generalizada: Los hombres son poco recatados a la hora de presumir de sus atributos viriles y están en su derecho, pero a lo que no hay derecho es que a mi defendida, que forma parte del mismo sistema, no se le tenga ninguna consideración. Es la gran olvidada, ninguneada y absolutamente postergada y eso provoca en ella, desánimo, melancolía y a la larga depresión.
Actualmente y como ha quedado demostrado, no se sabe a ciencia cierta la causa de su hipertrofia,  pero tenemos conocimiento de numerosos casos en los que ese estado anímico provoca obesidad e hipertrofia corporal,  por los que esos  efectos indeseables serían ajenos a su voluntad, en cuyo caso, no ha lugar a la comisión de delito alguno por no existir “dolo”.
Por todo ello, manifiesto de forma rotunda, que mi defendida no es   la culpable si no la  víctima de una  incomprensión desmedida y, en consecuencia, solicito para  ella veredicto de inocencia y su absolución total y sólo así cumplirán ustedes con su deber ciudadano.
Una vez acabadas las intervenciones y en uso del sistema establecido, el Juez, dirigiéndose a la acusada, le dice: Si la acusada tiene algo que decir en su favor, tiene la palabra.
La próstata, voluminosa y pesada, con gran dificultad se levanta del banquillo y con voz chillona y argot verdulero, comienza su intervención:
Señor Juez: mirusté, yo soy una mandá y estoy mu malita con una de esas enfermedades raras de las ahora y encima, los hombres me han sentao en el banquillo por una serie de cosas que to es mentira. Y le digo una cosa, cuando el hombre cumple con la mujer como está mandáo, yo largo mi líquido que es mi obligación y me queo en la gloria, pero cuando se pasa semanas y meses sin movimiento sexy y sin sudar la camiseta, yo no largo y entonces me empapo, me empacho, me embebo y me embucho y de ahí vienen mi problemas. Yo le digo a los hombres que cudiaito con ese tema.
Y, señor Juez, usted me va a perdonar que me siente pero mis pies no me aguantan y pa terminar, le pido piedad pa una probe enferma.
Tras esta intervención,  el Jurado se retiró a deliberar, proceso rápido porque en una hora tenía el veredicto.
El juez, de 70 años, prostático crónico, al leerlo se le puso el ceño fruncido y la cara hosca de contrarío, pero cumpliendo con su deber, se dirigió a la acusada, diciéndole:
La acusada es declarada inocente de todo cargo. Caso cerrado.
Sin embargo, en su interior Su Señoría pensó: Si por mi fuera, la hubiera sentenciado a pena de muerte y con garrote vil.

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