Picota de Presencio

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jueves, 18 de noviembre de 2010

LOS APELLIDOS

La obsesiva vocación de nuestros "PADRES DE LA PATRIA", (expresión ya en desuso, ahora padres, madres y café con leche), por inventar "pavadas" no tiene límites, se ha transformado en monomanía persecutoria.
Conozco unas cuantas familias que ya están encantadas del suceso, que alegría poder tener un motivo más de enfrentamiento en el seno de la casa, qué ilusión aumentar el patrimonio de la discordia, qué satisfacción para los demás, no poder decir ya, vamos a casa de "los Martínez", o de "los Gutiérrez".
Señores, eso se acabó.
A partir de ahora, y quizás por motivos de ¿creación de empleos?, se podrá alterar el orden de los apellidos, eso era precisamente la razón por la cual España va "regular", por fin hemos encontrado la piedra filosofal, y eso que a nosotros nos dijeron que el orden de los factores no alteraba el producto, qué tontería, qué incultos aquellos que preconizaban tales principios.
Sin embargo,(esto también ya casi en desuso, pocos pueden disfrutar de poseer esta expresión), esta situación me hace recordar una historia "virìdica", que de alguna forma encaja en este proceso.
Conocí hace tiempo a una joven sueca, rubia ella y de buen ver, que solía venir todos los veranos a Marbella,confesaba estar enamorada de esta tierra y de los entonces "machos ibèricos",(ahora hay más ibéricos y menos machos), pasaba los meses de julio y agosto, se iba a su país y volvía indefectiblemente al año siguiente, así durante cantidad de tiempo, le perdí la pista durante un largo período, hasta que 15 ó 20
años después, la encontré no ya de tan buen ver, pero eso sí, rodeada de por lo menos 10 niños, me sorprendí mucho, y le pregunté quienes eran aquellos crios, más me sorprendí cuando me contestó con toda naturalidad que eran sus hijos.
Me quedé sin palabras, y cuando reaccioné, por decir algo le comenté tontamente, te harás un lío con los nombres, ella me respondió, en absoluto, todos se llaman Antonio, así cuando se levantan digo "Antonio a lavarse ", y todos obedecen, "Antonio a comer" y todos acuden, es muy cómodo.
Más perplejo aún, y en un acto reflejo de picardía, le pregunté ¿Y cómo haces para llamar a uno determinado?, a lo que me contestó con una sonrisa, muy fácil, lo llamo por su APELLIDO.
Sacando conclusiones de la "anécdota", sería pues conveniente en lo sucesivo, tomar ejemplo e invertir los términos, es decir como ella, poner el mismo nombre a toda la descendencia hembras y varones ya todo da igual, y de esa forma volveremos a poder decir, vamos a casa de "los Manolos", "los Juanes" o con "las Marías", los apellidos no importarán todos en la familia serán diferentes.

El Bardo.

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