-¿QUE DIRÍA MARTÍN FIERRO SI
HUBIESE VIVIDO ESTO?-
Fue José Hernández, (1834-1886) gran
maestro y clásico indiscutible de la poesía gauchesca, el que causó gran
admiración por su obra cumbre MARTIN FIERRO, publicada la primera parte en el
año 1872, y la segunda en 1879.
Entre sus más fervientes admiradores
estaba Jorge Luis Borges, que admitió con gran entusiasmo la autenticidad del personaje, su conciencia, su amplitud de sentimientos, sus costumbres y
su ambiente, reflejo fidedigno de los hombres de su tiempo y de su entorno
rústico, llenos de verdad, honradez y alto sentido del honor.
Cuando, Hernández iniciaba su primera obra
esgrimiendo las virtudes de su pueblo, -encarnadas en Martín Fierro- a modo de
mimbres para tejer la exquisita canasta de sus versos, que comenzaba
escribiendo:
Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela;
……………………………………..
No podía imaginar siquiera que un siglo y
medio después, un gobierno Kichneriano -pusilánime cuando menos- en su propia
tierra y presidido por Ella, fuera capaz de poner en entredicho, la seriedad y
el prestigio de todo un pueblo preñado de grandes mujeres y hombres, escritores
y poetas, que fué alumbrando en toda su historia, como los nombrados José
Hernández y José L. Borges, más, Julio Cortázar, Ricardo Guiraldes, Roberto J.
Payró, Alfonsina Storni, Almafuerte, y así una interminable lista que dieron
honra a su país y gloria a la lengua española, haciendo caso omiso de los más
elementales compromisos internacionales, con gestos de expropiaciones
unilaterales o impagos de deudas contraídas, que acarreasen situaciones tan
vergonzosas, como la incautación de una enseña tan representativa como la
FRAGATA LIBERTAD.
La recién descubierta por mí, excelente
y joven escritora PATRICA RATTO, en su
magnífico libro TRASFONDO, todo un alarde de literatura fresca, ágil y
realista, capaz de trasladarme como lector, a la situación angustiosa de los 39
tripulantes de ese submarino inoperante, enviado a luchar contra la poderosa
flota inglesa, carente de los más mínimos elementos para ese enfrentamiento y
condenados a refugiarse, con el solo escudo protector de la inmersión en el
fondo del mar y la complicidad del silencio absoluto, único medio de eludir una muerte segura
pendiente del éxito de ese ostracismo.
El precioso silencio, tan solo era
quebrado por los latidos de sus
acelerados corazones y el rodar sobre el piso, de un simple frasco de
alcaparras que cobraba vida propia, por mor de los vaivenes que producían las
cargas de profundidad, sobre el submarino inerte, posado en el lecho del
océano.
Si vergüenza, tristeza y angustia pudieron
sobrevenir a aquella situación, -con
todo su realismo y maestría narrada-, al menos, ellos estuvieron en el lugar de
la desigual batalla.
Pero ¿Cómo pudieron asumir aquellos
caballeros cadetes y la tripulación de
la enseña de la Marina Argentina, -La Fragata Libertad, su buque Escuela- la orden de desalojar aquel
pedazo de su patria, en un puerto lejano de África, de menor categoría, sin
mediar más batalla, que la derrota infringida por una simple y tremenda falta
de pago de una deuda contraída?.
Vergüenza y deshonor, para los descendientes quizás de aquellos gauchos de
Martín Fierro, sobre todo de un pueblo
orgulloso y soberano, obligados por terceros a abandonar el barco, con el
orgullo devenido en humildad y derretidos los corazones.
Pero, que una vez recuperada la prenda
objeto del embargo obligado, se le someta de nuevo a esa tripulación a la
humillación de volver a sus puestos para repatriarla, y en vez de hacerlo con
la discreción y silencio propio de tamaño fiasco, se pretenda pagando 450
pesos a unos asistentes para corear el
regreso, sin el menor pudor ante sus compatriotas, cuando llega la Fragata, intentando
transformar el hecho en un triunfo o una
fiesta, parece demasiado.
Además,
en otro derroche de osadía le quieren cambiar el nombre.
Por eso, aplaudo con fuerza y me
congratulo, al leer las estrofas de otro poeta contemporáneo, que ha tenido la
feliz idea de iniciarlas, como lo hiciera el gran maestro, quizás en recuerdo
de aquél, y añorando el purísimo espíritu de su contenido.
Dice así:
Aquí me pongo a cantar
Al llegar la Fragata,
Viendo a la reina batata
Un circo montar,
Con un acto popular
De millares en pata,
Que pagos con nuestra plata,
Se prestan a veranear.
Como pan y chorizo,
Como si fuera un hechizo
La honra pueden comprar.
EL BARDO.
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