Picota de Presencio

Picota de Presencio

sábado, 9 de febrero de 2013

LA FRAGATA LIBERTAD


-¿QUE DIRÍA MARTÍN FIERRO SI HUBIESE VIVIDO ESTO?-
       Fue José Hernández, (1834-1886) gran maestro y clásico indiscutible de la poesía gauchesca, el que causó gran admiración por su obra cumbre MARTIN FIERRO, publicada la primera parte en el año 1872, y la segunda  en 1879.

     Entre sus más fervientes admiradores estaba Jorge Luis Borges, que admitió con gran entusiasmo la  autenticidad del personaje,  su conciencia,  su amplitud de sentimientos, sus costumbres y su ambiente, reflejo fidedigno de los hombres de su tiempo y de su entorno rústico, llenos de verdad, honradez y alto sentido del honor.

     Cuando, Hernández iniciaba su primera obra esgrimiendo las virtudes de su pueblo, -encarnadas en Martín Fierro- a modo de mimbres para tejer la exquisita canasta de sus versos, que comenzaba escribiendo:

Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela;    
……………………………………..

     No podía imaginar siquiera que un siglo y medio después, un gobierno Kichneriano -pusilánime cuando menos- en su propia tierra y presidido por Ella, fuera capaz de poner en entredicho, la seriedad y el prestigio de todo un pueblo preñado de grandes mujeres y hombres, escritores y poetas, que fué alumbrando en toda su historia, como los nombrados José Hernández y José L. Borges, más, Julio Cortázar, Ricardo Guiraldes, Roberto J. Payró, Alfonsina Storni, Almafuerte, y así una interminable lista que dieron honra a su país y gloria a la lengua española, haciendo caso omiso de los más elementales compromisos internacionales, con gestos de expropiaciones unilaterales o impagos de deudas contraídas, que acarreasen situaciones tan vergonzosas, como la incautación de una enseña tan representativa como la FRAGATA LIBERTAD.

     La recién descubierta por mí, excelente y  joven escritora PATRICA RATTO, en su magnífico libro TRASFONDO, todo un alarde de literatura fresca, ágil y realista, capaz de trasladarme como lector, a la situación angustiosa de los 39 tripulantes de ese submarino inoperante, enviado a luchar contra la poderosa flota inglesa, carente de los más mínimos elementos para ese enfrentamiento y condenados a refugiarse, con el solo escudo protector de la inmersión en el fondo del mar y la complicidad del silencio absoluto,  único medio de eludir una muerte segura pendiente del éxito de ese ostracismo.

     El precioso silencio, tan solo era quebrado por los latidos de sus   acelerados corazones y el rodar sobre el piso, de un simple frasco de alcaparras que cobraba vida propia, por mor de los vaivenes que producían las cargas de profundidad, sobre el submarino inerte, posado en el lecho del océano.

     Si vergüenza, tristeza y angustia pudieron sobrevenir a aquella  situación, -con todo su realismo y maestría narrada-, al menos, ellos estuvieron en el lugar de la desigual batalla.

     Pero ¿Cómo pudieron asumir aquellos caballeros cadetes y  la tripulación de la enseña de la Marina Argentina, -La Fragata Libertad,  su buque Escuela- la orden de desalojar aquel pedazo de su patria, en un puerto lejano de África, de menor categoría, sin mediar más batalla, que la derrota infringida por una simple y tremenda falta de pago de una deuda contraída?.
     
     Vergüenza y deshonor, para los  descendientes quizás de aquellos gauchos de Martín Fierro,  sobre todo de un pueblo orgulloso y soberano, obligados por terceros a abandonar el barco, con el orgullo devenido en humildad y derretidos los corazones.

     Pero, que una vez recuperada la prenda objeto del embargo obligado, se le someta de nuevo a esa tripulación a la humillación de volver a sus puestos para repatriarla, y en vez de hacerlo con la discreción y silencio propio de tamaño fiasco, se pretenda pagando 450 pesos  a unos asistentes para corear el regreso, sin el menor pudor ante sus compatriotas, cuando llega la Fragata, intentando transformar el hecho en un triunfo o una  fiesta, parece demasiado.

     Además,  en otro derroche de osadía le quieren cambiar el nombre.

     Por eso, aplaudo con fuerza y me congratulo, al leer las estrofas de otro poeta contemporáneo, que ha tenido la feliz idea de iniciarlas, como lo hiciera el gran maestro, quizás en recuerdo de aquél, y añorando el purísimo espíritu de su contenido.

Dice así:

Aquí me pongo a cantar
Al llegar la Fragata,
Viendo a la reina batata
Un circo montar,
Con un acto popular
De millares en pata,
Que pagos con nuestra plata,
Se prestan a veranear.
Como pan y chorizo,
Como si fuera un hechizo
La honra pueden comprar.


EL BARDO. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario