Picota de Presencio

Picota de Presencio

miércoles, 8 de junio de 2011

LA PAZ ES AMOR


Dejé el coche bien aparcado  junto a la carretera. Recogimos los aparatos  topográficos. Cuatro hombres me acompañaron a medir una finca cuyas lindes recorrían la cima de la sierra. Sin darnos cuenta, encumbramos la parte más alta, que coincidió con la hora de comer. ¿Quién bajaba a comer, un desnivel de más de cien metros, y volvía a subir andando?
Así que decidimos, el propietario de la finca y yo, ayunar hasta que la luz del día nos permitiera. Los operarios que nos acompañaban se llevaron consigo su propia comida y agua. Cuando vieron que los dos no llevábamos  ni un mísero bocadillo, nos invitaron, bajo la sombra de un árbol, compartir sus viandas.
Estando en ello, surgió la conversación de lo que sus respectivas esposas o parejas les habían puesto en sus portaviandas. Uno de ellos dijo de otro, que era su cuñado:
--“Y éste que ha dejado a su mujer, que es guapa y hermosa, y a sus dos hijas y se ha ido a vivir con una mujer que ha sido puta toda su vida, fea y con cuerpo delgaducho. ¡Valiente desgraciado!”.
 Todos los que oímos semejante reproche nos quedamos petrificados esperando la reacción del ofendido.
El cuñado, que había permanecido en silencio, con toda tranquilidad le contestó:
-- “Sí, es cierto, me he ido a vivir con una mujer que era puta, es fea y delgaducha. Tú sabes que cuando convivía con mi mujer estaba amargado, como tú. Después del trabajo nos íbamos a las tabernas, bebíamos hasta que le echábamos valor para presentarnos en nuestras casas, dispuestos a soportar el espectáculo de nuestras respectivas mujeres: con la bata vieja, despeinada, oliendo a comidas sin sal,  mis hijas tumbadas en el sofá, con los moscones de turno pendiente de cogerle las tetas;  mi mujer, con cara de loba, gritando, me reprochaba mil y una queja”. Vivía amargado. Mejor dicho: no vivía.
Mostrando su cesta de mimbre, continuó diciéndole a su cuñado:
--“Compara con la tuya lo que me ha puesto de comer la ex puta,  ha cuidado hasta los pequeños detalles. Antes, como tú ahora, traía al trabajo comida hecha del día anterior o sobras. La puta se ha levantado esta mañana para hacerme la comida para que esté lo mejor posible a la hora de comer,  como si fuese un restaurante caro. Cuando termino el trabajo me voy a mi casa donde ella me espera arreglada, con la ducha preparada y un aperitivo en la mesa. Dispuesta, por si  me apetece, salir a dar un paseo. Siempre dialogando, con palabras cariñosas, sin gritos, sin reproches…, me pregunta por mi trabajo, se preocupa por todos los detalles de la casa, humilde pero limpia. Ahora estoy viviendo. Ella, por su vida anterior, sabe como yo,  lo que es una vida llena de reproches, humillación y soledad”. ¡Los dos sabemos lo que eso significa!
Todos los que allí nos encontrábamos oyendo lo que este hombre decía, permanecíamos  en silencio, nadie se atrevió a decir una palabra. Todos examinábamos nuestras vidas. Marcados por las palabras de un humilde peón, proseguimos nuestro trabajo.
La vida es mejor sin reproches, sin malas caras, con dulzura, con diálogo, con cariño... No hace falta el amor, solo  paz. Porque la paz es amor.
Amador

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