El equipo de
Marbella, frecuentemente se reúnen a desayunar, y como es natural son asiduos a
un mismo local. En este ámbito se establecen conversaciones con otros clientes
e incluso se fraguan amistades.
En el caso presente nuestros amigos,
han establecido contacto con un señor, que al tratarlo ha resultado ser un actor francés y que además ha interpretado a D’artagnan.
Poco a poco nuestros amigos han protagonizado anécdotas
en común, que nuestro Bardo plasma en unos ripios. No obstante, en los versos aparecen ciertas reivindicaciones del poeta, con
respecto a nuestro calvo Decano, que Miklos observa y celebra con astuta ingenuidad y sonrisa
cómplice.
RIPIOS: Los Tres mosqueteros y un tal D’artagnan.
Todos
para uno,
Uno
para todos,
Pacto
de amistad
Promesa
de fidelidad.
Viene
esto a colación,
Por
la reciente relación
Con
Edgard que se llama,
El
último D’atagnan.
Siendo
los mosqueteros,
Ellos,
los tres compañeros,
Habituales
en desayunos,
Los
tres y el uno.
Es
ritual devoto,
Rellenar
la bonoloto.
Tras
café, churro o tostadas,
Las
tres firmas posdatadas.
Más
el Bardo comprobare,
Que
si él faltare,
Aflorare
el egoísmo.
El
relleno, no es lo mismo.
Frágil
de memoria,
Sólo
dos los firmantes,
El
tercero es Historia.
Déjanlo
fuera, los muy tunantes.
Pero
en el desayuno siguiente,
Estando
ya presente,
Se
descubre el pecado.
¡Menos
mal que no ha tocado!
El
costo elevado,
La
duda nos ha creado,
Eran
casi cero setenta,
El
Decano argumenta.
Miklos asiente con descaro,
Cierto,
el precio harto caro.
Pero
si hubiese tocado,
De
tu parte, lo habríamos descontado.
Risas
de cómplices traidores,
Disculpa
pecadores.
La
risa al Bardo han contagiado,
Y
él, también los ha acompañado.
EL BARDO